Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934), ministro de Educación de 1981 a 1982, director general de la Unesco de 1987 a 1999 y miembro del Claustro de Honor de Cátedra China murió el pasado 19 de diciembre con 90 años tras una vida dedicada a la mejora de la educación, la búsqueda de la paz en el mundo y el desarrollo de las sociedades, lo que le llevó a ser un gran conocedor de China por la labor que desarrolló al frente de la Unesco.
Mayor Zaragoza, que también fue vicepresidente y presidente en funciones del CSIC, fue director de la Unesco durante 13 años, desde donde impulsó proyectos de promoción de la paz, los derechos humanos y el diálogo entre culturas. Durante su etapa de director, Mayor Zaragoza, como gran estudioso y una de las figuras españolas más influyentes del panorama internacional, impulsó proyectos en China relacionados con la protección de sitios del Patrimonio Mundial y la promoción de la educación básica en regiones rurales. Para ello, durante su mandato estableció vínculos con el gobierno de China, y en 1994 viajó a China para reunirse con altos funcionarios del país asiático y estrechar así aún más las relaciones.
Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Bioquímica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada, de la que fue rector entre 1968 y 1972, Mayor Zaragoza fue una figura clave de la Transición. El barcelonés fue subsecretario de Educación y Ciencia del Gobierno presidido por Carlos Arias Navarro, el último Ejecutivo de la dictadura franquista y, posteriormente, diputado en el Congreso de los Diputados por UCD en las primeras elecciones democráticas.
En el año 2000, creó y presidió la Fundación por una Cultura de Paz para seguir potenciando la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad. Unos años más tarde, en 2005, fue copresidente del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones – ONU y en 2007 fue presidente de ‘Initiative for Science In Europe’.
Como uno de los científicos más reconocidos de España, Mayor Zaragoza se encontraba actualmente trabajando para que se reconociera el cribado neonatal como derecho humano, después de haber sido una de las personas que más trabajó para impulsarlo en España. Todo ello le valió el reconocimiento y condecoraciones de diferentes Gobiernos, el último por parte de la Junta de Andalucía que lo nombró hijo adoptivo de la comunidad y, además, fue nombrado doctor Honorio causa por numerosas universidades, entre las que destacan la UNED, la Universidad de Navarra, la Universidad de La Laguna o la Universidad de Salamanca.