El lunes 27 de enero será recordado como un día muy significativo en la carrera tecnológica que libran las dos superpotencias mundiales. DeepSeek AI, una startup china de IA, desafió las suposiciones sobre los costes y las metodologías de desarrollo de la IA, superando a los principales sistemas de IA en puntos de referencia de matemáticas y razonamiento. Construyó su modelo de IA por apenas 5,6 millones de dólares (mientras que los modelos tradicionales cuestan entre 100 y 1000 millones) y de forma fulgurante se ha situado en la cima de la App Store de Apple.
Además, DeepSeek logró este hito en medio de los controles de exportación de Estados Unidos, que restringen el acceso al hardware. En lugar de confiar en chips de última generación, la empresa china se centró en la optimización de recursos, la innovación de software y las arquitecturas digitales eficientes, un poderoso recordatorio de que las limitaciones pueden impulsar la creatividad.
Con este movimiento sutil, China cuestiona el enfoque de «fuerza bruta» para la IA que protagoniza Estados Unidos, focalizado en la necesidad de centros de datos masivos. La sutileza de la jugada china con este producto demuestra el poder de la eficiencia algorítmica a través del código abierto frente a los sistemas propietarios, por lo que la clave no reside en gastar más, sino de pensar de manera diferente. Y los chinos lo han demostrado, obteniendo mejores resultados con muchos menos chips y consumo energético. Por todo ello, algunos expertos se han referido a este acontecimiento como «el momento Sputnik» para la inteligencia artificial.
Primer aviso de China a Estados Unidos, en vísperas del Año Nuevo chino
Curiosamente, en el Año Nuevo chino de la Serpiente, un símbolo de sabiduría, estrategia y avance silencioso, resulta difícil no asociar esta metáfora con la manera en que China ha conquistado posiciones clave en el escenario tecnológico global. DeepSeek ha demostrado que no se necesitan chips escandalosamente caros para crear una IA potente. Esto supone un duro golpe para empresas como NVIDIA, que controlan gran parte del mercado de hardware.
Al otro lado del Pacífico, Estados Unidos, con su estilo supremacista inconfundible, recurre al despliegue del águila: majestuosa, altiva y siempre buscando captar las miradas del público. Su concepción de la IA basada en insuflar “esteroides financieros” para ganar fuerza bruta con centros de datos se ha visto cuestionada de golpe. Las empresas estadounidenses ahora tienen que ser creativas porque invertir dinero ya no es una solución garantizada.
China avanza con la paciencia de la serpiente, dejando que Estados Unidos despligue el vuelo mediático y presumido del águila. Trump -que evidentemente no ha leído a Sun Tzu-, anunciaba a bombo y platillo el proyecto Stargate -con la astronómica cifra de 500.000 millones de dólares de inversión-. Pero una semana después de llegar a la Casa Blanca ya enfrenta su primera crisis bursátil que apunta a una realidad muy cruda e incómoda: la IA estadounidense deja al Emperador desnudo.
El sector IA estadounidense puede estar tremendamente inflado, así como el valor de sus grandes tecnológicas (se estima una corrección de mercado de al menos un billón de dólares). Recordemos que el Nasdaq 100 está cotizando a 27 veces las ganancias futuras estimadas (por encima de su promedio de tres años de 24 veces).
El avance silencioso de la serpiente
El Año de la Serpiente en el zodiaco chino está impregnado de un simbolismo profundo que se entrelaza con fundamentos filosóficos y culturales ancestrales de la antigua China. La serpiente, como sexto signo del zodiaco, es venerada por su sabiduría, intuición y capacidad de transformación. En la filosofía milenaria del yin-yang, la serpiente se asocia con el yin, representando aspectos como la introspección y la profundidad emocional, enfatizando la importancia de la reflexión y la adaptabilidad en la vida.
En efecto, en la cultura china la serpiente representa astucia y paciencia, valores que definen el modo en que el país asiático ha abordado su ascenso industrial y tecnológico en las últimas décadas. Este enfoque tiene raíces históricas y no es fruto de una política coyuntural. Muchísimas innovaciones surgieron en China siglos antes de que Occidente las adoptara, a pesar de que en el mundo occidental -todavía muy “eurocéntrico”-, no se quieran reconocer determinados hechos que contradicen la supuesta singularidad y excepcionalidad occidental.
Actualmente pasa lo mismo en el sector de IA, en el que el modelo Qwen2-VL de Alibaba ya está superando al GPT-4V de OpenAI. Ha sido una tradición que la comunidad tecnológica occidental subestime e incluso ignore las capacidades chinas. Por no hablar de los mass media generalistas.
Mirando la historia de la ciencia desde una visión no eurocéntrica, descubrimos que lo que está pasando en el sector tecnológico no es anecdótico. Ya sucedió siglos atrás. Por ejemplo, el papel fue inventado durante la dinastía Han (alrededor del siglo II a.C.). Permitió el registro eficiente de conocimientos y se convirtió en la base de la cultura escrita global. La sericultura se originó en China, y la seda se convirtió en un producto altamente valorado, dando lugar a la famosa Ruta de la Seda. Y la porcelana, conocida en Occidente como «china», fue altamente apreciada y exportada durante siglos.
La pólvora, desarrollada en el siglo IX, fue inicialmente utilizada en fuegos artificiales y más tarde en aplicaciones militares. Antes de Gutenberg, Bi Sheng desarrolló una imprenta de tipos móviles en el siglo XI, adelantándose al Renacimiento europeo. El uso de la brújula en la navegación, originalmente creada para la adivinación, marcó una revolución en el comercio y la exploración marítima.
En el presente, China ha adoptado el mismo enfoque metódico en sectores estratégicos como la automoción eléctrica. Mientras Tesla se posicionaba como pionera en Occidente, China trabajaba sigilosamente en desarrollar su infraestructura y apoyar a empresas nacionales como BYD, NIO y XPeng.
Con subsidios directos a fabricantes, restricciones a vehículos de combustión interna y la construcción de una vasta red de estaciones de carga, China superó en 2023 a Estados Unidos en la producción y adopción de coches eléctricos, alcanzado el 60% de las ventas globales, lideradas por BYD, que vendió más de 1,8 millones de unidades ese año (International Energy Agency, «Global EV Outlook», 2023).
Mientras la Unión Europea desarrollaba una retórica de capitalismo verde y de mucho greenwashing (ecoblanqueo), presumiendo del Pacto Verde y Finanzas Verdes, el gobierno chino apoyaba firmemente a sus empresas para una transición ecológica real y material, fomentando la investigación en baterías de próxima generación, hasta el punto de acabar dominando el mercado en muy poco tiempo. Gigantes como CATL lideran el desarrollo de baterías de estado sólido, consideradas la próxima gran revolución en movilidad eléctrica. Algo parecido sucedió en el mercado de paneles fotovoltaicos.
En el terreno de la supercomputación, China ya lidera con sistemas como Sunway TaihuLight y Tianhe-2, capaces de realizar quintillones de cálculos por segundo. Mientras tanto, en inteligencia artificial, como decíamos al principio, la reciente irrupción de DeepSeek ha tambaleado a los grandes inversores de Wall Street, que temen haber exagerado las expectativas de sus grandes tecnológicas.
El modelo avanzado de IA china, barato, eficiente y basado en código abierto, ha sorprendido al mercado global al competir directamente con herramientas desarrolladas en Silicon Valley, epicentro hasta ahora de la tecnocracia mundial, que tendrá que comenzar a mirar a su homólogo chino, situado en Shenzhen.
El águila presumida
Frente a este enfoque, Estados Unidos, con su estilo supremacista y arrogante característico -todavía más hiperbólico con el dúo Trump-Musk en la Casa Blanca, muestra la fuerza del águila: visible y ansiosa por captar la atención. Estados Unidos celebra sus victorias con titulares grandilocuentes, pero China trabaja en silencio.
Stargate es el proyecto de financiación que anunció Trump apenas dos días después de ser investido presidente, para liderar la vanguardia de la carrera por la IA. “Será el proyecto de infraestructura de inteligencia artificial más grande de la historia”, dijo Trump. Softbank, Oracle y Open AI -la empresa que está detrás de Chat GPT-, aportarán inicialmente cada una 100.000 millones, con idea de llegar hasta los 500.000 durante los próximos cuatro años. Open AI administrará las operaciones del mismo, mientras que Oracle, y en menor medida otras compañías como Nvidia o Arm, serán los socios tecnológicos.
Este ambicioso plan requiere una cantidad significativa de energía eléctrica. De hecho, según el Departamento de Energía de EE. UU., se prevé que el consumo eléctrico solo para este proyecto alcance los 325 teravatios hora (TWh) para 2028, una cifra comparable al consumo anual de un país como España. Por eso la Administración Trump combinará esta nueva carrera ciberespacial inaugurando una nueva época petrolera y gasística, a fin de suministrar energía barata para el desarrollo industrial.
El objetivo principal del Proyecto Stargate es la construcción de centros de datos avanzados y sistemas de generación eléctrica que soporten el desarrollo de una infraestructura tecnológica que permita avanzar desde la actual inteligencia artificial estrecha (ANI), centrada en tareas específicas, hacia la inteligencia general artificial (AGI), capaz de razonar y adaptarse como un ser humano.
Por contraste, China anunció una inversión de 137.000 millones de dólares en cinco años para rivalizar con Stargate. A diferencia del hegemón norteamericano, donde empresas privadas como OpenAI, Microsoft y Google impulsan la innovación en IA, la estrategia de la superpotencia asiática está totalmente respaldada por el Estado, con un consorcio empresarial participado por Baidu, ByteDance, Alibaba y DeepSeek, que alinean sus estrategias con los objetivos nacionales.
Lo cierto es que los superordenadores chinos, como Sunway TaihuLight, ya rivalizan con las máquinas más poderosas de Estados Unidos (Frontier). La IA china DeepSeek ha puesto en jaque a gigantes como NVIDIA, mostrando un músculo tecnológico que pocos esperaban. Por esta razón, los movimientos bajistas del 27 de enero en los índices bursátiles norteamericanos no sólo son recortes coyunturales. Es un aviso y un auténtico baño de realidad para el incipiente Stargate, y sobre todo para una élite tecnocrática y financiera que había inflado la cotización de las grandes tecnológicas (las “Siete Magníficas”) en los últimos años.
Si el reptil avanza en silencio con suma discreción, el ave de presa busca siempre elevarse para ser admirada. En tecnología, este enfoque se traduce en campañas de marketing agresivas y el uso de figuras icónicas como Elon Musk, el carismático rostro de Tesla y SpaceX.
Tesla es el paradigma de la innovación como espectáculo. No solo revolucionó la industria automotriz; redefinió cómo se percibe la innovación. Con su Model S, el Roadster y más recientemente el Cybertruck, la empresa no solo apostó por la tecnología, sino también por la narrativa.
Elon Musk convirtió cada lanzamiento de producto en un evento global, capturando la imaginación del público y asegurando inversiones multimillonarias. Trump le ha seguido el juego porque le daba rédito electoral y le permitía recuperar y explotar la plataforma X (Twitter), clave en su victoria electoral. Un juego de promesas llenas de confeti. Hay mucha tecnología, qué duda cabe, pero también mucho humo y fuegos artificiales.
En efecto, el espectáculo caracteriza al águila. Estados Unidos siempre ha brillado por su capacidad de convertir tecnología en un fenómeno cultural. Los gigantes de la automoción fueron los primeros casi un siglo atrás y hoy Tesla es el ejemplo perfecto. Más que una empresa de coches eléctricos, es un emblema de innovación que debe gran parte de su éxito a la figura mediática de Elon Musk. Lo mismo puede predicarse de Apple, Meta, Amazon, Google, Microsoft o IBM.
Sin embargo, el modelo de producción tecnológica estadounidense enfrenta desafíos que las empresas chinas han sabido afrontar mejor, como la escalabilidad y el coste. Mientras Tesla sigue enfocándose en el mercado premium, empresas como BYD y NIO ofrecen alternativas más accesibles, con un impacto masivo en mercados emergentes.
Lo mismo ha pasado con Apple y su producto estrella, el iphone, con precios de salida inaccesibles para gran parte de la humanidad. Los chinos no sólo demuestran visión estratégica y realismo práctico, sino que saben aprovechar tácticamente los errores de sus competidores globales.
La creciente competencia de China, especialmente en inteligencia artificial aplicada a la supercomputación, generó alarma en Washington, que respondió con restricciones (Chips Act) a la exportación de chips avanzados a empresas chinas como Huawei y SMIC. Precisamente, los controles a las exportaciones destinados a limitar el acceso de China a semiconductores de vanguardia funcionaron como un acicate para que las empresas chinas potenciaran su innovación y sortearan esas restricciones. La eficiencia, no la fuerza bruta, se ha convertido en la nueva frontera en el desarrollo de la IA.
Cuando un Imperio se siente amenazado económicamente, se repliega en el proteccionismo, en los aranceles y en las sanciones. Eso significa el trumpismo y el apagón abrupto de toda la narrativa del “libre mercado” y del multilateralismo, si bien el liberalismo seguirá implementándose a las colonias de Estados Unidos y a los ingenuos como los europeos (el mundo “libre”).
¿De quién será el futuro, de la serpiente o del águila?
Las diferencias entre China y Estados Unidos van más allá de lo tecnológico. Son un reflejo de cómo cada superpotencia percibe el tiempo y el éxito.
DeepSeek no es solo una empresa, es una estrategia. Mientras Estados Unidos intenta bloquear los avances tecnológicos de China con restricciones comerciales, DeepSeek está demostrando que puede innovar bajo presión. Es el reflejo de un mercado en transformación, en el que la creatividad y la innovación triunfan sobre el poder financiero.
El confucianismo, con su énfasis en la armonía y la planificación a largo plazo, guía el enfoque del mandarinato del Partido Comunista chino, mientras que el capitalismo mercadotécnico y superfinanciero impulsa a Estados Unidos a buscar resultados inmediatos y visibles, acompañado por una retórica arrogante de un mandatario populista al que le es imposible dejar de ser un showman.
El contraste también refleja cómo se percibe el tiempo. Para Pekín, es un recurso cíclico, donde cada generación contribuye a un proyecto mayor. Para Washington, el tiempo es lineal y cada avance debe ser aprovechado al máximo antes de que llegue el siguiente. La inmediatez y la búsqueda de resultados visibles inspira su mundo de los negocios con una energía arrolladora, pero a veces efímera.
De momento, las acciones de NVIDIA se desplomaron un 10% en las operaciones previas a la apertura del mercado, mientras que los futuros del Nasdaq 100 bajaron 1.000 puntos. El índice de volatilidad ha subido un 40% y las megacapitalizaciones de las grandes tecnológicas del mundo se han visto afectadas al unísono, con Microsoft y Nvidia ambas a la baja 25 puntos. El fabricante de equipos de chips ASML Holding NV experimentó una caída del 11%.
Combinados, el Nasdaq 100 y el subíndice tecnológico europeo Stoxx 600 se enfrentaron a una posible pérdida de capitalización de mercado de aproximadamente más de 1 billón de dólares. La capacidad de DeepSeek para desarrollar modelos competitivos de IA utilizando chips más antiguos y menos costosos ha puesto en duda los enormes gastos de capital que las empresas de Silicon Valley han considerado necesarios para el desarrollo de la IA.
En esta carrera tecnológica, la serpiente china sigue avanzando de forma calculada y metódica, mientras que el águila estadounidense mantiene su vuelo majestuoso y altanero. Como decíamos al comienzo, históricamente la serpiente ha sido un símbolo de sabiduría y poder en la cultura china. Se le atribuye la capacidad de transformar el veneno en medicina, lo que representa la habilidad de convertir situaciones adversas en oportunidades de crecimiento. Una lógica muy diferente del ave rapaz que figura en los escudos oficiales de Estados Unidos.
Precisamente, el ejemplo de DeepSeek es paradigmático en este sentido. Quién nos iba a decir hasta hace unos días que un proyecto chino valorado en apenas 10 millones de dólares iba a sacudir el mercado global de IA y mostrar las costuras de Silicon Valley. Un entorno que afronta ahora un baño de realismo y serias sospechas de exageración en sus proyectos y valoraciones que podría desencadenar un posible pinchazo de muchas burbujas bursátiles vinculadas a la IA y un ajuste de presupuestos que casan mal con la megalomanía exhibida por Trump y su virrey Musk al llegar a la Casa Blanca.
La serpiente, al mudar su piel, simboliza la renovación y la capacidad de adaptarse a nuevas circunstancias, una metáfora de la transformación de un país que ha vuelto para quedarse, como nos recuerda Marcelo Muñoz, presidente de Cátedra China en su libro “China ha vuelto para quedarse” (2022).
Este 2025, Año de la Serpiente, será testigo de un capítulo crucial en esta batalla por la supremacía tecnológica.