Peter Kreeft recuerda una antigua práctica china: los emperadores enviaban emisarios a las provincias para recoger canciones populares. Al escuchar esas melodías, podían discernir el estado moral y emocional del pueblo. La música, en esa tradición, no era mero entretenimiento: era una herramienta de diagnóstico, un espejo del alma de la nación. Esa idea resuena profundamente con lo que viví este verano en Oxford y Londres, al descubrir a la virtuosa del èrhu Ziyang Huang —más conocida como Scarlett— y, a través de ella, el fascinante mundo de los músicos chinos de Londres, que tuvo una espectacular eclosión en el Festival Internacional de Música China de Londres, celebrado entre los días 25 y 30 de agosto.

Un cartel en Broad Street
Era mi séptima estancia en Oxford. Había pasado muchas veces frente al Sheldonian Theatre, admirando su arquitectura, sus ángeles tallados, su serena grandeza. Y sin embargo, nunca había asistido a ninguno de los conciertos que se celebran allí. La primera vez tenía que ser especial.
Lo que me llamó la atención fue un cartel: ligeramente desconcertante, ligeramente magnético. El título decía Vivaldi’s Venice. Debajo, la fotografía de una mujer china con un èrhu. La imagen no encajaba del todo con el título, y esa disonancia fue precisamente lo que me hizo detenerme.
Algo se estaba sugiriendo: un diálogo, quizás. Un cruce de tradiciones. No sabía aún qué tipo de concierto sería, pero supe que quería estar allí.
El Sheldonian Theatre: un primer encuentro
El concierto del 18 de julio de 2025 fue más que una interpretación: fue una revelación. Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, interpretadas por la Oxford Philharmonic Orchestra, adquirieron una nueva resonancia gracias al èrhu de Scarlett. Su instrumento no imitaba al violín: conversaba con él. Reimaginaba el Barroco, infundiéndole una voz que parecía a la vez antigua e inmediata.
En los movimientos líricos, el èrhu cantaba con una intimidad que no debilitaba la fuerza de la música, sino que profundizaba su alcance emocional. El público, yo incluido, escuchaba con una curiosidad reverente. Pero quizá fue el segundo movimiento del cuarto concierto (El Invierno) donde el érhu de Scarlett alcanzó el grado máximo de emoción:
Al final del concierto, me acerqué a ella. Hablamos brevemente y acordamos encontrarnos la semana siguiente en Londres. Supe entonces que quería escribir —no solo sobre el concierto, sino sobre el tipo de escucha que había hecho posible.
Finsbury Park: una conversación bajo los árboles
Nuestro encuentro en Finsbury Park se desplegó como una melodía lenta. Scarlett habló de su infancia en Hunan, de montañas brumosas y juegos musicales. Sus palabras revelaban una filosofía de la música como presencia, como cuidado. Lo mejor de la conversación fue cuando, como un secreto esperando la ocasión de ser revelado, descubrí que conocía y, sobre todo, que ama nuestro folklore. Ya no va a ser ninguna sorpresa encontrarla cualquier día recorriendo tablaos flamencos para mezclar su música con la nuestra.
Su relación con el èrhu comenzó temprano, marcada por el juego y la exploración más que por la disciplina rígida. Luego vendrían los estudios formales en el Conservatorio Central de Música de Pekín, y más tarde un máster en University College London. Pero lo que más me impresionó no fue su currículum, sino su forma de hablar de la música como lenguaje del cuidado. No en vano, lo que ha estudiado en Londres es “Music Education”. Como consecuencia lógica, siempre plantea su actividad musical pensando en un posible beneficio social.
Me habló de su plataforma Six Arts, que reúne música, danza, teatro y artes visuales en proyectos interdisciplinarios. Habló de Ye Xian: A Story Untold, una obra que mezcla leyenda china con historias contemporáneas de migración. Y habló, con especial calidez, del flamenco.
El Festival Internacional de Música China de Londres
Del 25 al 30 de agosto se celebró el London International Chinese Music Festival, que reunió a una parte importante del colectivo de músicos chinos de Londres. Talleres, conciertos y actividades culturales celebraron la música china como lenguaje vivo. Scarlett participó no solo como intérprete, sino como educadora, ofreciendo talleres sobre técnica, expresión y pedagogía intercultural.
– Escuela de verano con clases de guqin, guzheng, pipa, èrhu, dizi, xiao, percusión china y canto operístico.
– Talleres, clases magistrales y actividades culturales (caligrafía, ajedrez chino, teatro).
– Conciertos en Londres, Oxford y Telford.
– Exámenes y concursos musicales con certificación dual China–Reino Unido.
Fue imposible asistir a todos los actos del festival, pero sí pude disfrutar del concierto “Echoes of Nature”, que tuvo lugar en el Kamran Djam Lecture theatre de la School of Oriental and African Studies (SOAS), University of London, un concierto capaz de transmitir todo el abanico de posibilidades que ofrece la música tradicional china: desde la Kunqu Opera –magistral Wei Wang interpretando Bubujiao- hasta el apoteósico fin de fiesta: el estreno, a cargo de casi todos los músicos presentes, de la obra de Barnaby Taylor con arreglo de Huan Li Wild China. Entre medias, orquestas de guqin, un dúo de érhu y piano (Bingbing Jiang y, de nuevo, Scarlett Huang) y otros muchos y variados números músicales con la presencia destacada de la profesora de SOAS Cheng Yu, tan brilante con la pipa como con el qin.
La asistencia al concierto “Echoes of Nature” fue la oportunidad de descubrir a quienes han conseguido que la música china tenga una presencia destacadísima en Londres. Entre las figuras de este colectivo sobresale la ya mencionada Cheng Yu, quien, además de deleitar al público con su forma de tocar el qin y la pipa es sobre quien ha recaído la mayor parte de la organización del festival. Doctora en Etnomusicología, ha sido la creadora de organizaciones como la London Youlan Qin Society. Otra revelación fue Wei Wang, intérprete de varias modalidades de ópera china y es especialista en los roles de quing yi de la Mei School.

Un círculo más amplio: Cheng Yu, Yang Kang y el horizonte de Cardiff
La labor de Scarlett forma parte de un movimiento más amplio. Músicos como Cheng Yu y Yang Kang están transformando la forma en que se enseña y comparte la música china. Sus colaboraciones se basan en la confianza y en valores compartidos, y sus actuaciones —en el Museo Británico, la Embajada China y diversas universidades— son actos de diálogo cultural.
Este noviembre, Scarlett se unirá a Cheng Yu, Yang Kang y otros músicos destacados en una actuación y taller en la Universidad de Cardiff, en colaboración con el Instituto Confucio. El evento continuará su misión colectiva: presentar la música china no como patrimonio estático, sino como lenguaje vivo, abierto a la conversación.

Un gesto de escucha
Este artículo no es un perfil ni una crónica. Es un gesto de escucha. Y al escuchar a Scarlett, uno empieza a oír también a Cheng Yu, a Yang Kang y a los compañeros anónimos que recorren este camino de música compartida. Algo está ocurriendo en Londres. No se anuncia con estruendo, pero resuena. Y si España —con su tradición flamenca y su apertura a la hibridez— desea formar parte de ese diálogo, ahora es el momento.
Scarlett Huang ya ha demostrado que el èrhu puede dialogar con Vivaldi. No sería extraño verlo pronto conversar con Camarón, Paco de Lucía o los nuevos creadores del flamenco contemporáneo. Y cuando eso ocurra, sabremos que no es fusión: es complicidad.



