Biden incrementa la confrontación contra China antes de la llegada de Trump

Este 2 de diciembre, la Oficina de Industria y Seguridad (BIS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio de Estados Unidos ha anunciado un “paquete de normas diseñadas para perjudicar aún más la capacidad de la República Popular China de producir semiconductores de nodos avanzados” (“a package of rules designed to further impair the People’s Republic of China’s (PRC) capability to produce advanced-node semiconductors”), con el objetivo de limitar su acceso a chips avanzados y equipos de fabricación de semiconductores. Éstas contienen, entre otras muchas medidas, la inclusión de 140 empresas chinas en la «lista de entidades» del Departamento de Comercio de Estados Unidos, lo que restringe significativamente su capacidad para adquirir tecnología estadounidense. Tal y como ha calificado la agencia Reuters, se trata de la tercera gran ofensiva contra la industria de semiconductores de China.

La administración Biden ha generalizado el concepto de seguridad nacional, politizando y utilizando como arma las cuestiones económicas y tecnológicas. Estas medidas de control de las exportaciones restringen arbitrariamente las exportaciones de productos relevantes a China y colocan a múltiples empresas chinas en listas de sanciones para reprimirlas y contenerlas. Esta nueva vuelta de tuerca socava las normas del comercio internacional, daña gravemente los derechos e intereses legítimos de estas empresas y perturba la estabilidad de las cadenas industriales y de suministro mundiales.

La implementación de estas medidas estratégicas, aunque están oficialmente justificadas por razones de “seguridad nacional”, el contexto político y la coyuntura temporal no dejan lugar a dudas de que buscan crear problemas adicionales para la administración entrante de Donald Trump. 

Aunque este objetivo de complicar la administración de Trump no sea explícito, estas nuevas medidas condicionan a Trump a continuar con las restricciones, dado el consenso bipartidista sobre la amenaza que representa el avance económico y tecnológico de China, ya que si las elimina, podría ser acusado de blando con China y tensar las relaciones con aliados que respaldan una postura firme contra este país. Desde el punto de vista económico, las medidas afectan a empresas estadounidenses que pierden acceso al mercado chino, generan interrupciones en las cadenas de suministro globales, que podrían presionar la economía interna norteamericana y provocan medidas firmes ya anunciadas por China para proteger los derechos e intereses legítimos de sus empresas. Y, en cualquier caso, obligan a que la nueva administración tenga que lidiar con estas consecuencias, desviando recursos y atención de otras prioridades de Trump.

Estas acciones de Biden tratan de reforzar la percepción de que la administración saliente ya adoptó una postura fuerte frente a China, complicando que Trump se posicione como el único defensor de los intereses tecnológicos y estratégicos de Estados Unidos.

China ha tardado tan solo 24 horas en anunciar que prohibirá la exportación de artículos de doble uso a empresas militares estadounidenses o para fines militares. También controlará estrictamente la exportación de galio, germanio, antimonio y materiales superduros, así como artículos de doble uso relacionados con el grafito a los Estados Unidos. El galio es un material clave en la fabricación de semiconductores avanzados. El germanio se usa ampliamente en comunicaciones por fibra óptica y células solares. El antimonio se puede utilizar para fabricar dispositivos semiconductores como componentes magnéticos fuertes. Los materiales superduros desempeñan un papel importante en los procesos de corte, rectificado y pulido en la fabricación de chips. En 2023, China representaba el 48% del antimonio extraído en todo el mundo. También presentó el 59,2% de la producción de germanio purificado y el 98,8% de la producción de galio purificado en 2024.

El antecedente de escalar la guerra de Ucrania

Esta misma estrategia de complicar la próxima Presidencia de Donald Trump es la que se ha desarrollado escalando en las últimas semanas la guerra de Ucrania. Esta estrategia puesta en marcha por la administración Biden se centra, por el momento, en la autorización para que Ucrania utilice misiles de largo alcance suministrados por Estados Unidos contra objetivos en territorio ruso, una decisión que marca un cambio significativo en la política estadounidense y que tiene como objetivo limitar el margen de maniobra de Trump en sus esfuerzos por negociar una solución.

Es destacable la alineación de los países del G7 (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Japón) con esta estrategia de escalada en la guerra de Ucrania en las declaraciones y posturas adoptadas en la última reunión de los ministros de Relaciones Exteriores del G7 en Fiuggi, Italia. Así como la escalada verbal contra China producida es esta reunión del G7.

Los propios medios afines a Trump están acusando a Biden de utilizar esta escalada como una estrategia deliberada para sabotear las propuestas de paz del presidente electo. Argumentan que al intensificar el conflicto, la administración actual busca consolidar un legado de resistencia frente a Rusia y, al mismo tiempo, complicar cualquier intento de revertir esta política. Esta estrategia desesperada se ha visto reforzada en Italia con los acuerdos del G7, que ha intensificado su retórica y apoyo a Ucrania en consonancia con las políticas de Biden. 

En relación con la guerra en Ucrania, China mantiene su posición de neutralidad activa, instando a las partes a resolver la crisis a través del diálogo y la negociación, en lugar de recurrir a la escalada militar. No cabe duda de que las sanciones económicas impuestas a Rusia por el G7 exacerban las tensiones y tienen, también, consecuencias perjudiciales para la economía global, especialmente para los países en desarrollo. 

¿Qué podemos esperar a partir del 20 de enero con Trump?

La posición de Donald Trump ante la escalada en Ucrania y la confrontación con China parece reflejar un enfoque distinto en política exterior, centrado en el pragmatismo, el aislamiento estratégico y la reducción de la involucración militar de Estados Unidos en conflictos internacionales. Trump ha criticado tanto la intensificación del apoyo militar de la administración Biden a Ucrania como la postura de confrontación del G7 hacia China, argumentando que estas estrategias perjudican los intereses económicos y de seguridad de Estados Unidos.

Es bien conocida la posición contraria de Trump en relación con la intensificación del apoyo militar a Ucrania, tal como el envío de armamento avanzado y la autorización para atacar objetivos en Rusia, porque aumenta el riesgo de una confrontación directa entre Estados Unidos y Rusia. Desde su punto de vista, el conflicto debería resolverse rápidamente mediante negociaciones en lugar de una guerra prolongada que consuma recursos estadounidenses.

En lo concerniente a China, durante su presidencia, Trump adoptó una postura dura contra China, especialmente en términos comerciales e imponiendo aranceles y sanciones, pero sin buscar una confrontación militar o una desvinculación total. Trató de renegociar las relaciones económicas con China para, desde su punto de vista de “America first”, proteger los intereses estadounidenses, manteniendo una relación de presión y diálogo con Beijing. Trump estaría en contra de la estrategia de Biden y el G7 hacia China por ser excesivamente beligerante, considerando que intensificar las tensiones perjudica la economía global y amenaza la estabilidad internacional. Trump ve a China como un competidor estratégico y es probable que le veamos desarrollar una política que combine presión económica con cooperación en áreas de interés mutuo.

Esta opinión de que el G7 y la administración de Joe Biden están escalando la guerra en Ucrania y endureciendo su postura contra China como una forma de contrarrestar a Donald Trump tiene raíces en diferentes argumentos geopolíticos. 

Por un lado, Trump ha defendido una política exterior basada en el pragmatismo y el aislamiento estratégico, lo que incluye su promesa de poner fin rápidamente a la guerra en Ucrania a través de negociaciones y esta postura representa una amenaza directa a la visión internacionalista y de liderazgo global promovida por Biden y el G7, que ven en el conflicto de Ucrania una oportunidad para reafirmar la hegemonía occidental frente a Rusia. La escalada actual sería una forma de complicar una salida rápida al conflicto y de crear una dinámica irreversible.

Por otra parte, la estrategia de Biden y el G7 de utilizar la rivalidad con China presentándola ante la opinión pública, a través de su dominio de los medios de comunicación, como una supuesta lucha entre “democracias” y “regímenes autoritarios” (en lugar de entre países avanzados que pretender mantener su dominio global frente a los países emergentes en desarrollo que buscan un equilibrio económico justo), trataría de movilizar a los aliados occidentales en torno a la necesidad de un frente unificado que trate de evitar el regreso de Estados Unidos a una política aislacionista, defendido por Trump, que el actual G7 ve como una amenaza al orden liderado por Occidente.

Así pues, esta postura más agresiva hacia China puede interpretarse como una estrategia para contrarrestar el enfoque aislacionista de Trump, buscando consolidar el “orden occidental” actual frente a los países emergentes y en desarrollo. Desgraciadamente para Occidente, la confrontación global contra China no solo limita el margen de maniobra futuro de Trump, sino que aumentará sin duda los costos económicos y políticos tanto para Estados Unidos como para sus aliados.

En cualquier caso, China es seguro que toma en serio los peligros de este segundo mandato de Donald Trump, ya que su enfoque imprevisible y agresivo en política exterior representa un hándicap importante para Beijing. El camino de China se dirige a redoblar los esfuerzos para diversificar sus relaciones económicas, a reforzar su autosuficiencia tecnológica y a posicionarse en un mundo multipolar. Trump puede representar una amenaza estratégica, pero China, con su capacidad de adaptación y planificación a largo plazo, seguro está ya tomando medidas para prepararse frente a cualquier escenario.