Al norte de China, en la provincia de Liaoning, se encuentra la ciudad de Dandong a orillas del río Yalu, con un puente que atraviesa el río uniéndola con el otro lado. A simple vista, nada de esto parece relevante, sin embargo, es el Puente de la Amistad Sino Coreana que conecta con la ciudad norcoreana de Sinuiju, una de las pocas vías de entrada a Corea del Norte y un elemento fundamental en el comercio entre ambas naciones. Y en el centro de la ciudad se encuentra el Museo Conmemorativo de la Guerra para Resistir la Agresión de Estados Unidos y Ayudar a Corea, siendo el único de este tipo que conmemora la participación china en la Guerra de Corea (1950-1953). En Dandong se dan cita el presente y el pasado de las relaciones sino-norcoreanas.
Una de las relaciones diplomáticas más relevantes de la región Asia-Pacífico, habitualmente los medios occidentales la describen como una simbiosis o incluso “vasallaje” de Corea del Norte a China, afirmando que detrás de las acciones beligerantes o defensa ante el exterior de Pyongyang se encuentra la aprobación táctica o, incluso, la “mano de Pekín”. Más recientemente, algunos comentaristas han señalado a ambas como parte de un “Eje Antioccidental” con Rusia e Irán que busca subvertir el poderío estadounidense en el mundo. No obstante, como en la mayoría de los aspectos referidos al gigante asiático, estos medios amarillistas eluden un análisis detallado y objetivo de las realidades de este, en este caso referidas a la relación que existe entre China y Corea del Norte, la cual está muy lejos de ser una relación de vasallaje. ¿Cuál es pues la realidad del estado de las relaciones entre ambas naciones?
Es cierto que entre ambos estados existe una profunda colaboración y solidaridad, forjada a fuego durante la guerra fruto de la ayuda china a los norcoreanos, sellada en el Tratado de Amistad, Cooperación y de Asistencia Mutua de 1961, en el que China se compromete a ayudar de nuevo a Corea del Norte si se produce un ataque por parte de un tercero sin provocación previa, siendo el único pacto militar en el que China participa, además de que, tras el conflicto, unos 1,2 millones de los voluntarios chinos permanecieron en el país participando en labores de reconstrucción. A finales de los años 50, el entonces líder norcoreano Kim Il-sung lanzó el Chollima; una campaña de desarrollo económico con el objetivo de aumentar la producción industrial y alcanzar cotas de crecimiento equivalentes (o incluso superiores) a la de países capitalistas, de manera semejante al propósito del Gran Salto Adelante chino. A esto se le une la ayuda económica prestada por Pekín durante décadas a Pyongyang, que alcanzó gran relevancia durante los duros años de los 90 en la que la economía norcoreana, muy dependiente de la soviética, estuvo al borde del colapso siendo fundamental para la supervivencia del estado norcoreano. Aún hoy en día China sigue siendo el principal socio comercial del país del norte de la península coreana.
No obstante, las relaciones han estado muy lejos de ser idílicas. Durante la Guerra Fría, y pese a que el apoyo chino fue vital para su supervivencia durante la guerra, Corea del Norte trato de mantener distancias con Pekín durante la disputa de éste con la Unión Soviética por el liderazgo del comunismo global. Asimismo, en las últimas décadas China, de acuerdo al Tratado de No Proliferación Nuclear del que ella misma es firmante, se ha mostrado crítica con el desarrollo del programa nuclear norcoreano calificando la primera prueba nuclear de Pyongyang de 2006 de “violación flagrante y descarada del consenso internacional” apoyando las sanciones de Naciones Unidas, postura que se repitió en 2017 frente a la escalada en la península coreana protagonizada por Kim Jong un y Donald Trump. Tal como le diría posteriormente Xi Jinping al entonces canciller alemán Olaf Schozl, durante su visita a Pekín en noviembre de 2022; “La comunidad internacional debe oponerse de manera conjunta al uso o a las amenazas de usar armas nucleares y abogar por que las armas nucleares no deban ser usadas y las guerras nucleares no deban ser libradas, para así evitar una crisis nuclear en Eurasia”. Previsiblemente, el gobierno chino no debe de estar tampoco muy conforme con el giro llevado a cabo por Pyongyang en los dos últimos años, que ha firmado una alianza militar con Moscú y, además de suministrarle armamento, ha enviado tropas para repeler la incursión de tropas ucranianas en territorio ruso, en contra de lo recogido en el segundo punto del Plan de Paz para Ucrania formulado por China en el primer aniversario de la intervención rusa; “… la seguridad de la región no se obtendrá por el fortalecimiento y expansión de los bloques militares” o del sexto punto de la propuesta conjunta con Brasil en 2024; “Debemos oponernos a dividir el mundo en bloques políticos o económicos aislados”.
Algunos verán en estos desencuentros más recientes una prueba de que China estará dispuesta a abandonar a su vecino y que le es indiferente su suerte, pero la respuesta también es un no. China desea mantener relaciones cordiales con todas las naciones, independientemente de su régimen político y alineamiento externo, prueba de ello es el comercio que mantiene con las dos Coreas (es también el principal socio comercial de Seúl). El gobierno de Pekín comprende perfectamente que con una guerra todos tienen más que perder que ganar y que, lejos de ser algo que se limite a la propia península coreana, puede sacudir toda la región. Durante décadas China ha recibido a numerosos habitantes de Corea del Norte, quiénes huyen de las difíciles condiciones de vida en el país, algunos de los cuáles pretenden llegar a Corea del Sur, pero muchos otros permanecen en China, siendo vulnerables a sufrir problemas como explotación laboral. Si se produjese un conflicto a gran escala en la península coreana, este flujo de refugiados norcoreanos vería un aumento inmenso, algo para lo que China puede que no esté preparada. Por otra parte, si el gobierno norcoreano colapsa y es reemplazado por una Corea unificada alineada completamente con Estados Unidos y con bases militares norteamericanas en la frontera china, eso supondría un fuerte riesgo para su seguridad que naturalmente China no está dispuesta a correr.
China no ha buscado un debilitamiento de Corea del Norte, sólo quiere que su vecino comprenda que la confrontación con la comunidad internacional no es beneficiosa y que el diálogo y la cooperación son opciones mucho mejores. Es por ello por lo que, cuando a finales de marzo de 2018 Kim Jong un se abrió a negociar tanto con Corea del Sur como con Estados Unidos en un imprevisto giro en política exterior, hiciese una primera salida (siendo también su primer viaje al exterior desde que se convirtió en el líder del país) fue a Pekín para reunirse con Xi Jinping buscando ayuda para la apertura de canales diplomáticos con sus rivales y sobre cómo abordar la desnuclearización de la península. A esta reunión le sucedieron otras cuatro cumbres a lo largo de ese año y del siguiente, algo relevante si se tiene en cuenta que Kim y Xi habían llegado al poder en 2011 y 2012, respectivamente, y hasta la fecha no habían mantenido ningún encuentro, pese a que desde Occidente se les presentase como aliados incondicionales.
Por lo tanto, las relaciones sino-norcoreanas están muy lejos de ser simbióticas, así como de existir una ruptura entre ambas. Como en muchos otros escenarios, Pekín está mostrando un modo distinto de hacer las cosas; promueve el entendimiento y la cooperación entre actores enfrentados entre sí, al tiempo que busca salvaguardar sus intereses propios. No apoyará a Corea del Norte si decide por su cuenta continuar su retórica y acciones beligerantes, pero tampoco olvidará sus obligaciones con esta nación. La presencia de Kim Jong un en el Desfile de la Victoria por el 80 aniversario de la Segunda Guerra Mundial celebrado en Pekín el pasado septiembre, así como que se sentase flanqueando al propio Xi revela que Corea del Norte sigue siendo una prioridad para Pekín, quién sigue siendo un actor clave en la complicada situación en la península coreana y para cualquier resolución de la misma, aunque comprende que al final del día serán los propios coreanos los que decidan como resolver éste conflicto que dentro de pocos años cumplirá ocho décadas.


