Aquellos que quieran comprender el rol de China en las relaciones internacionales deben conocer su apuesta por un multilateralismo que desafía el orden tradicional. Esta propuesta gana cada vez más relevancia en el escenario global.
La República Popular China ha desarrollado un nuevo rol en el sistema internacional durante las últimas décadas. Pasó de ser concebida como un país en vías de desarrollo a convertirse en una potencia global. Hoy ejerce influencia con capacidades militares y un fuerte potencial económico. Además, es un actor clave en el orden internacional actual. Su visión de las relaciones internacionales se opone al modelo tradicional de Occidente, donde predominan el individualismo, el liderazgo del más fuerte y los antecedentes históricos.
Un contexto histórico marcado por el liderazgo
Teniendo en cuenta el pasado colonial de China y el contexto histórico marcado por las Guerras del Opio, el Siglo de la Humillación y tratados desiguales como el de Nanjing (que puso fin a la primera Guerra del Opio y propició la cesión de Hong Kong), es evidente que China ha sufrido la imposición del modelo tradicional de relaciones internacionales, donde el actor con mayor poder es quien ejerce mayor influencia. Por ello, con su ascenso y apertura a finales del siglo XX, la política china ha trabajado en proyectar un modelo alternativo. En este modelo, el gigante asiático comienza a jugar un papel más relevante en el tablero global.
En este sentido, es clave destacar el liderazgo que China asumió desde la Conferencia de Bandung, origen del Movimiento de Países No Alineados. Este movimiento buscaba establecer un modelo alternativo de relaciones internacionales en plena Guerra Fría, ante la división entre el bloque occidental y el soviético con sus respectivos aliados.
En aquella conferencia celebrada en 1955, países asiáticos y africanos, apoyados por el liderazgo chino, sentaron las bases de lo que hoy es una propuesta distinta de orden internacional. En ella, las relaciones con China se han consolidado y existe una cooperación más firme y constante.
La historia nos muestra cómo China ha sufrido en primera persona un pasado colonial, marcado por las dos Guerras Sino-Japonesas, así como por el imperialismo inglés y ruso. Fue un país que generó enormes beneficios económicos para potencias extranjeras mediante la explotación comercial y el acceso a valiosos descubrimientos. Por eso, en la actualidad, China mantiene muy presentes en sus preceptos políticos las consecuencias negativas que el colonialismo y el imperialismo han tenido en su desarrollo histórico.
Por ello, resulta lógico observar cómo en sus estrategias de política exterior se promueven proyectos basados en la cooperación, la ganancia doble y el multilateralismo. En esencia, el multilateralismo es la palabra clave que define la estrategia exterior china actual. Esta se basa en una política donde ambos países obtienen beneficios iguales al cooperar. Por encima de todo, se proyecta una nueva forma de gobernanza global con una lógica distinta a la tradicional.
La visión china del multilateralismo en las relaciones internacionales
El concepto de multilateralismo no es nuevo en las relaciones internacionales. Ya se ha observado en distintos contextos históricos, como la Conferencia de Bandung mencionada anteriormente. Sin embargo, en las últimas décadas, China ha apostado por una estrategia diplomática centrada en el multilateralismo. En ella confluyen además otros principios rectores de su política exterior, inherentes a su comportamiento como actor global.
En primer lugar, el respeto a la soberanía como norma inviolable y de cumplimiento recíproco es esencial para China. Esto se refleja en sus Cinco Principios de Coexistencia, mencionados en el Preámbulo de la Constitución de 1982 y enunciados por Zhou Enlai en 1953. Dado su pasado como víctima del imperialismo y colonialismo, China defiende con firmeza la no injerencia en asuntos internos. Se mantiene, en muchos casos, al margen de lo que ocurre en países aliados. Un ejemplo es Rusia, donde ha ejercido un papel como mediador entre rusos y ucranianos. Aun así, evita posicionarse abiertamente y apuesta por la prudencia política.
Otro principio clave es la ganancia doble, donde cooperación y beneficio recíproco forman la base de relaciones bilaterales sólidas y estables orientadas al largo plazo. Así es como China estructura su política, tanto doméstica como internacional. Este concepto se refleja claramente en sus relaciones con África.
El continente es un aliado clave dentro del principal organismo multilateral africano: la Unión Africana. La ganancia doble y la cooperación mutua han sido pilares fundamentales en sus vínculos con países africanos. Esto cobra más sentido si se tiene en cuenta el pasado colonial que África sufrió a manos de potencias occidentales en el siglo XX.
Por otro lado, el desarrollo pacífico es una pieza fundamental dentro del modelo chino de relaciones internacionales. El legado histórico de China está marcado por una fuerte orientación pacifista. Este pacifismo no es pasivo: promueve una paz positiva basada en cooperación, entendimiento mutuo y desarrollo económico. La economía es vital para China, pues su evolución ha estado directamente ligada al crecimiento económico. Por eso, un país que ha crecido gracias al comercio busca mantener ese rumbo. Evita, en lo posible, alteraciones propias de una economía de guerra.
El conflicto armado afecta de forma directa al desarrollo económico. Impone un sistema de economía de guerra, donde los países reorientan sus recursos hacia el belicismo. Por lo tanto, el principal interés del gigante asiático es fomentar una paz que impulse el desarrollo económico. También busca establecer acuerdos comerciales e integrarse en economías internacionales como la europea, la americana o la africana.
Por último, el multilateralismo es la llave maestra para adentrarse en el modelo chino de relaciones internacionales. Pero ¿en qué consiste y cómo China lo aplica?
El multilateralismo como elemento clave
El multilateralismo configura las relaciones internacionales chinas, orientándolas hacia un nuevo orden internacional. Rechaza el unilateralismo y el hegemonismo tradicional, ejecutado sobre todo por potencias occidentales como Estados Unidos.
China, en lugar de asumir un rol de superpotencia hegemónica como hizo Estados Unidos a finales del siglo XX e inicios del XXI, apuesta por un modelo distinto. Desarrolla una propuesta basada en el equilibrio de poder, las esferas de influencia regionales y un sistema internacional más descentralizado. Aunque su defensa del multilateralismo ha generado tensiones con actores globales como Estados Unidos, China sigue apostando por un orden internacional más inclusivo.
En ese orden, todos los países, continentes y regiones, incluidos los tradicionalmente olvidados como África o América Latina, tienen presencia y voz propia. En definitiva, se plantea un multilateralismo donde el Sur Global también esté representado y pueda participar activamente.
A diferencia del multilateralismo occidental, basado en un orden liberal, normativo e institucionalizado, el modelo chino se caracteriza por un enfoque pragmático. Se orienta hacia la flexibilidad y pone el foco en los intereses concretos, especialmente los de tipo económico.
Por otro lado, desde 2013 aparece en los discursos de Xi Jinping el concepto de «Comunidad de Destino Compartido». Nace como una crítica directa a la idea de gobernanza global promovida desde el Norte Global. Este concepto ayuda a entender la estrategia exterior china en su conjunto. Sostiene que el desarrollo, la paz, la seguridad y la prosperidad están interconectados, y que las naciones deben cooperar más allá de sus diferencias ideológicas.
Es una idea muy presente en la política china. Considera el contexto histórico de los países del Sur Global, tradicionalmente con menor relevancia y voz. También integra la ideología del «socialismo con características chinas» y su visión de las relaciones internacionales.
En la escuela china de relaciones internacionales del siglo XXI destacan académicos como Yan Xuetong, Qin Yaqing y Zhao Tingyang. Este último ha recuperado conceptos de la antigua China para proponer nuevos enfoques. Uno de ellos es el «relacionalismo», que parte del proceso histórico de desarrollo chino y da lugar al sistema de Tianxia.
Esta perspectiva critica las instituciones creadas desde el liberalismo individualista, las cuales habrían llevado a un «mundo fallido». En este punto entra en juego el colectivismo chino, que se propone como alternativa al individualismo occidental.
Multilateralismo chino e instituciones que desafían el equilibrio global
Teniendo en cuenta el modelo tradicional empleado por los países occidentales, se pueden apreciar diversos cambios que hacen que el modelo chino sea una alternativa factible para muchos actores internacionales que quieren ‘cambiar’ las reglas del juego.
En primer lugar, la política exterior china ha trabajado en desarrollar e implementar institucionales alternativas o paralelas, impulsando nuevos foros y organizaciones internacionales donde todos los países tengan cabida. Entre ellas podemos destacar la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), enunciada e implementada por el presidente chino Xi Jinping desde 2013, que busca crear conexiones comerciales a nivel global a través de diversas rutas terrestres y marítimas.
Se trata de la «iniciativa estrella» de China y por la que mayor reconocimiento han obtenido, posicionándose como un actor capaz de generar nuevas dinámicas de interconexión que no solo incrementan el desarrollo económico global, sino la interconexión y la globalización.
Por otra parte, cabe destacar el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), que fue fundado en 2015 y que, con sede en Beijing, trabaja desde hace años en la inversión en infraestructuras para el futuro, orientadas hacia una infraestructura sostenible y comprometidos con el desarrollo verde en el que China continúa trabajando desde hace años. Se especializan en diferentes proyectos orientados hacia el crecimiento económico y el incremento de la productividad, actuando directamente sobre el impacto ecológico y reuniendo multilateralmente a 109 países miembros.
La Organización de Cooperación de Shanghái (SCO), por su parte, se trata de otra organización multilateral intergubernamental que fue fundada en la ciudad china de Shanghái en 2011. Dicha asociación, que cuenta con ocho Estados miembro, cuatro estados observadores y seis «Asociados en el Diálogo», se centra en cuestiones de seguridad regional al involucrar diversos países como Rusia, Turquía, India y Pakistán, entre otros, aunque oficialmente cuentan con 26 países miembros.
El desarrollo regional también se ha situado como una de las prioridades en la organización. Su influencia es tal que ha sido observadora en la Asamblea General de las Naciones Unidas desde el año 2005. Además, en abril de 2010, la Secretaría de las Naciones Unidas y la secretaría de la Organización de Cooperación de Shanghái firmaron una Declaración Conjunta sobre Cooperación. Entre los objetivos primordiales de la organización se encuentran el mantenimiento de la paz, seguridad colectiva regional y el reforzamiento de la confianza y cooperación mutua.
Teniendo en cuenta las diferentes iniciativas de desarrollo global que ha propuesto China, también es necesario valorar el papel clave que ha jugado y juega en la actualidad dentro de la organización BRICS, la asociación económico-política internacional que reúne a Brasil, China, India y Sudáfrica -inicialmente desde 2009- y que actualmente plantea un importante reto al modelo tradicional occidental de países como el G-20.
Actualmente, los países de los BRICS albergan aproximadamente a 3300 millones de personas, lo que supone más del 40% de la población mundial (según datos oficiales publicados en 2024). En términos económicos, esto se traduce en que juntas representan aproximadamente el 37,3% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial (según la paridad de poder adquisitivo).
Estos datos económicos, teniendo en cuenta a su vez la relevancia que los países miembros están obteniendo en la comunidad internacional y que concentran a gran parte de la población mundial, hace cuestionarse la influencia que esta organización ya ejerce en el presente, pero, sobre todo, de cara al futuro y con el liderazgo chino por bandera.
Los BRICS se han convertido de una ambición enfocada en el desarrollo de los países miembro a todo un reto geopolítico para las ambiciones occidentales, especialmente por parte de Trump en Estados Unidos, que observa el constante ascenso de los BRICS como una amenaza a los intereses estadounidenses ya que está siendo testigo de cómo el equilibrio de poder está en plena metamorfosis hacia un orden internacional donde existen más jugadores en la partida de ajedrez geopolítico.
Además, la ampliación de sus miembros con nuevas incorporaciones de países clave como Argentina, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y Egipto supone un valor añadido a la organización, capaz de ejercer influencia global y desafiar los equilibrios de poder existentes.
Implicaciones y riesgos globales
La estrategia de China apunta hacia un nuevo orden internacional multipolar, donde el liderazgo global ya no es único, sino compartido entre varios polos como China, Estados Unidos, Rusia o India. Este modelo de gobernanza global implica cambios sustanciales en las relaciones internacionales tradicionales, dominadas por la visión occidental.
Por eso, está generando malestar y representa una amenaza para el modelo donde Estados Unidos mantenía el control. La gobernanza global multilateral que propone China debilita la hegemonía estadounidense y abre espacio a nuevas alianzas. Estas formas de cooperación serán cada vez más flexibles, pragmáticas y orientadas al beneficio mutuo.
Por otro lado, también existen críticas al modelo chino de relaciones internacionales. Se cuestiona la transparencia y sostenibilidad de los proyectos impulsados por China, como las inversiones en infraestructuras dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. También se señalan posibles intereses neocolonialistas detrás de sus inversiones en África y América Latina. En estos casos, se considera que China incumple el principio de «ganancia doble», ya que los beneficios económicos, políticos y culturales que obtiene superan a los que reciben los países africanos.
Diversos analistas advierten además del riesgo de que surja un neomercantilismo, más que un verdadero multilateralismo equitativo. La sociedad internacional, según plantea la corriente realista en las relaciones internacionales, es compleja y está marcada por los intereses de poder. Por eso, resulta utópico pensar que todos los países actuarán guiados por la cooperación y una paz positiva.
En definitiva, nos encontramos ante un nuevo modelo de relaciones internacionales, en el que China se está posicionando y modificando las reglas de la gobernanza global. La regulación y la normativa occidental pierden fuerza, y los países que han ejercido una hegemonía tradicional deberán adaptarse al nuevo paradigma geopolítico.
Artículo publicado originalmente en LISA News.