Desde su fundación en 1921, el Partido Comunista de China (PCCh) ha marcado el destino del país. Pero fue con la proclamación de la República Popular China por Mao Zedong en 1949 cuando el partido tomó las riendas del Estado e inició la transformación profunda de todo el poder político, económico y social. Desde entonces, el PCCh ha sido el motor del ascenso del país producido en las últimas décadas.
Mao Zedong lideró al país en su reconstrucción tras décadas de guerra civil y ocupación extranjera. Su gobierno unificó al vasto territorio chino bajo una sola autoridad por primera vez en siglos. Bajo su mandato, se impulsaron campañas como la reforma agraria y la colectivización del campo, que pretendían redistribuir la riqueza y eliminar las estructuras feudales. Los primeros años fueron complejos y con grandes fracasos. Pero pese a ello, Mao dejó un legado importante: consolidó el control territorial, eliminó el dominio extranjero, estableció las bases de un Estado fuerte y creó una identidad nacional unificada bajo la bandera del socialismo. Esas bases fueron esenciales para lo que vendría después.
Desde que Deng Xiaoping impulsó las reformas económicas en 1978, el PCCh enderezó el rumbo económico del país, dejando atrás los fracasos económicos anteriores y apostando por un socialismo de mercado, abriendo la economía a la inversión internacional y favoreciendo la creación de empresas privadas.
Se lanzaron las «cuatro modernizaciones»: agricultura, industria, defensa y ciencia-tecnología. Se crearon Zonas Económicas Especiales, como Shenzhen, donde se favoreció la inversión extranjera y se flexibilizaron las reglas de mercado. China comenzó a integrarse en la economía global, culminando con su entrada a la Organización Mundial del Comercio en 2001.
El resultado ha sido uno de los mayores saltos económicos en la historia moderna. En menos de medio siglo, China ha pasado de ser una nación rural y empobrecida a convertirse en la segunda economía del mundo. 800 millones de personas han salido de la pobreza extrema. Ciudades como Shanghái o Shenzhen se han transformado en centros tecnológicos y financieros globales. La infraestructura del país —carreteras, trenes de alta velocidad, puertos, redes eléctricas— es hoy la más avanzada del mundo.
Desde la fundación de la República Popular en 1949, el PCCh ha sido el principal artífice de la transformación más profunda y exitosa que ha vivido el país en su historia moderna. Su liderazgo ha permitido que China pase de ser una nación empobrecida y fragmentada a convertirse en un gran país con una economía sólida, instituciones eficientes y un modelo político estable, funcional y adaptado a sus condiciones reales.
En todos estos años, el PCCh ha mantenido la estabilidad política mientras lanzaba una reforma económica audaz y estratégica. Ha impulsado una apertura gradual al mercado, manteniendo el control macroeconómico del Estado o, dicho de otra manera, ha sabido aprovechar las ventajas del comercio internacional y la inversión extranjera sin perder la soberanía económica.
El modelo chino, guiado por el Partido, ha demostrado ser una alternativa viable al neoliberalismo occidental: crecimiento con equidad y reparta social, desarrollo con dirección política, modernización sin caos. Se han creado cientos de millones de empleos, han surgido polos industriales de clase mundial, y se han desarrollado las más modernas ciudades actuales, un logro sin precedentes en la historia humana.
Una mirada sociológica al PCCh
Desde una perspectiva sociológica, la militancia en el PCCh ha sido clave para su éxito. Con ya, desde 2024, más de 100 millones de militantes, el partido no es una élite aislada, sino una red profundamente enraizada en todos los niveles de la sociedad: desde aldeas rurales hasta centros urbanos, desde fábricas hasta universidades, desde empresas privadas hasta instituciones públicas.
A diferencia de los partidos occidentales que funcionan como maquinarias electorales temporales, el PCCh es una organización de formación, servicio y dirección. Su militancia no es decorativa: es una estructura viva que organiza, orienta y lidera. La pertenencia al partido representa un compromiso con el interés colectivo y una oportunidad para formarse, servir y progresar. En muchos casos, es la vía legítima para que ciudadanos talentosos, cualquiera que sea su orígen humilde, accedan a responsabilidades de liderazgo.
Lejos de ser una estructura rígida, el partido ha demostrado una notable capacidad para incorporar nuevos perfiles, adaptarse a los tiempos y profesionalizar a sus cuadros. El mérito, la formación constante y la disciplina son pilares del ascenso dentro del partido, garantizando que los líderes estén preparados no solo ideológicamente, sino también técnicamente.
Desde el punto de vista funcional, el PCCh actúa como integrador social, como red de gobernanza y como transmisor de valores colectivos. Su presencia en la vida cotidiana facilita la implementación de políticas, la coordinación entre regiones y la respuesta eficiente a los problemas sociales.
Algunas cifras del PCCh
Las cifras de militancia del Partido Comunista de China en 2024 revelan una organización en expansión, cada vez más joven, más universitaria y profundamente enraizada en el tejido productivo del país. Con un total de 100,27 millones de miembros, el PCCh no sólo consolida su condición de mayor organización política del mundo, sino que también demuestra una notable capacidad de renovación y atracción de talento.
El ingreso neto de 1,09 millones de nuevos militantes en el año refleja una salud organizativa sólida. Más aún, el dato de 2,13 millones de nuevas incorporaciones señala una dinámica proactiva de crecimiento, donde el partido selecciona, forma e integra perfiles estratégicos.
Lo más relevante es el perfil de esos nuevos militantes:
El 52,6 % proviene de sectores productivos, lo que refuerza el vínculo del partido con la realidad económica nacional. No se trata de una organización burocrática o abstracta, sino de una fuerza política conectada con el trabajo, la industria y la innovación.
El 54,4 % posee educación universitaria, un dato que habla de una militancia cada vez más capacitada, preparada para liderar tanto desde la gestión pública como desde el sector privado y tecnológico.
El 83,7 % tiene 35 años o menos, lo que consolida una apuesta estratégica por el relevo generacional. El PCCh se renueva constantemente desde abajo, con jóvenes formados que asumen el compromiso de liderar el país desde una perspectiva socialista moderna.
Estos indicadores se refuerzan al observar el perfil del conjunto de la militancia: el 57,6 % de los miembros cuenta con formación universitaria, con un aumento constante año a año (+1,4 % en 2024), lo que confirma una tendencia clara de profesionalización y meritocracia interna.
En cuanto a la estructura organizativa, el crecimiento en 2024 de 74.000 nuevas células de base eleva a 5,25 millones las organizaciones de nivel primario. Esto garantiza que el partido esté presente en todos los rincones del país, actuando no solo como ente directivo, sino también como herramienta de cohesión, gestión local y movilización social. Esta capilaridad es una de las claves de la eficacia del modelo chino.
A pesar de estos logros, el partido tiene margen de mejora: la representación femenina y la participación de las minorías étnicas.
Las mujeres representan el 30,9 % de la militancia, una cifra en crecimiento (+0,5 % en 2024), pero aún por debajo de su peso en la población general. Este dato sugiere que, si bien hay un avance sostenido, es necesario seguir profundizando políticas de inclusión y promoción femenina dentro del partido y sus estructuras de dirección.
En el caso de las minorías étnicas, su peso en la militancia se sitúa en el 7,7 %, inferior a su proporción demográfica. Aquí el reto es doble: ampliar las oportunidades de formación y liderazgo para las comunidades que no pertenecen a la etnia han, y al mismo tiempo, seguir fortaleciendo el principio de unidad nacional dentro de la diversidad cultural.
El balance general es contundente: el PCCh sigue siendo una fuerza política viva, disciplinada, en expansión y cada vez más preparada. Su capacidad para atraer jóvenes educados, trabajadores comprometidos con el desarrollo nacional, su profunda implantación territorial y su visión estratégica a largo plazo lo consolidan como el pilar del avance chino.
Estos logros no son sólo técnicos ni coyunturales: son el fruto de una línea política clara, coherente y basada en los principios del socialismo. Este modelo, lejos de ser un simple sistema de gestión, representa una alternativa real al neoliberalismo, al demostrar que es posible combinar crecimiento con estabilidad, que es posible garantizar la equidad y el reparto social y el avance hacia el socialismo manteniendo la eficiencia económica, y que es posible la soberanía nacional junto con la apertura global y la defensa del multilateralismo.