Hoy, a nadie que siga mínimamente la evolución de China le sorprenderá esta frase. Pero conviene recordar que fue pronunciada por Mao Zedong el 1 de octubre de 1949. En aquel momento, la Plaza de Tian’anmen estaba colmada de soldados exhaustos, con los restos de sus armas, muchos de ellos desarrapados, que celebraban una victoria lograda tras mil batallas.
Era la victoria contra la brutal agresión colonial de las potencias extranjeras —desde la invasión franco-británica en 1840 hasta 1945—, contra la masacre perpetrada por la invasión japonesa, calificada por algunos como un verdadero genocidio asiático (1931-1945), que dejó más de 40 millones de víctimas, en su mayoría chinas. Era, en definitiva, la victoria de un pueblo que había librado una lucha de más de un siglo para recuperar su independencia y poner fin al llamado “siglo de humillaciones”.
En verdad, “el pueblo chino se ha puesto en pie”. Y esa victoria múltiple, conquistada a sangre y sacrificio, merece ser conmemorada siempre.
Aquellos soldados venían de ganar mil batallas. Pero no estaban solos: junto a ellos se encontraban dirigentes políticos de talla excepcional, estrategas de largo alcance, con Mao al frente, que guiaron la resistencia, liberaron territorios, establecieron gobiernos bajo la dirección del Partido Comunista y comenzaron a reconstruir un país devastado. Desde entonces, cada 1 de octubre se celebra esta gesta histórica.
El pueblo chino se levantó con un Partido fuerte, con un Ejército bien entrenado, con líderes profundamente vinculados a su gente y con miles de militantes formados en las tareas de gobierno, curtidos en el combate militar y en la acción política. El 1 de octubre de 1949 marca, así, una fecha histórica: el día en que China se liberó de la injerencia extranjera y del régimen de Chiang Kai-shek, e inició una nueva etapa bajo la dirección del Partido Comunista, decidida a recuperar el lugar que el Imperio del Centro había ocupado en el mundo, ahora con nuevos liderazgos y nuevas políticas.
No olvidemos el contexto: se inauguraba la Guerra Fría, con Estados Unidos como potencia hegemónica en Occidente, furiosamente anticomunista y empeñada en impedir la victoria de las tropas de Mao mediante asesores militares, armas y millones de dólares en apoyo al régimen de Chiang. Sin embargo, triunfó el pueblo chino: 151 millones de habitantes —el 18% de la población mundial de entonces— que supieron ponerse en pie.
Estados Unidos, aunque no se atrevió a frenar directamente esa victoria, excluyó a China de la arquitectura mundial diseñada en Bretton Woods. Pero la respuesta de China fue promover la Conferencia de Bandung (1955), origen del Movimiento de Países No Alineados, un foro que defendió la independencia de los pueblos y la eliminación del colonialismo, con un papel protagonista de China.
Estados Unidos, además, vetó a China en la ONU colocando en su lugar a Taiwán, dominado por la flota norteamericana. Aquella injusticia duró hasta octubre de 1971, cuando la Asamblea General reconoció finalmente a la República Popular China y su asiento en el Consejo de Seguridad. Apenas dos años después, en pleno recrudecimiento de la Guerra Fría, Nixon visitaba Beijing para establecer relaciones diplomáticas, sin lograr convertir a China en aliado. Para entonces, ya estaba claro que el pueblo chino se había puesto en pie.
En 1974, Deng Xiaoping, rehabilitado como ministro de Exteriores, pronunció en la ONU su célebre discurso sobre los Tres Mundos, que se convirtió en referente de la geopolítica durante décadas, hasta el surgimiento de las nuevas fórmulas multilaterales como los BRICS, la OCS o la ASEAN.
China en 2025: un nuevo sentido de victoria
Hoy, 1 de octubre de 2025, China celebra también su victoria tras nuevas batallas, esta vez políticas, libradas desde 1989, con altos costes sociales y políticos, pero que desembocaron en nuevos triunfos que la han convertido en primera potencia mundial en economía, comercio, educación, tecnología, relaciones multilaterales y capacidad de defensa.
Con razón puede decir de nuevo, y con renovada fuerza: “el pueblo chino se ha puesto en pie”. Pero lo hace sin aspiraciones hegemónicas, sino avanzando paso a paso hacia una prosperidad compartida con todos los pueblos del mundo.
No obstante, Estados Unidos sigue al acecho, con toda clase de estrategias y falacias para contener este avance. China, por su parte, mantiene firme su rumbo en el socialismo con características propias, un proyecto de largo plazo que exige seguir “cruzando el río piedra a piedra”.
Están aún pendientes victorias como la consolidación de la Nueva Ruta de la Seda, cuyo horizonte inmediato es 2049 y cuya segunda fase mira ya hacia 2100, con la plena conectividad global. O la ampliación de los BRICS, de la OCS y la articulación con ASEAN, Asia Occidental y Australia.
Un futuro aún por escribir
Este 1 de octubre de 2025 celebramos victorias concretas, grandes avances y el reconocimiento de China como primera potencia mundial. Pero el camino no ha concluido.
Con todo, y aun con las dificultades pendientes, podemos afirmar con satisfacción: ¡Viva la Fiesta Nacional de China! ¡Vivan todas las victorias que hoy conmemoramos! Y viva el presidente Xi Jinping, que conduce con firmeza esta etapa histórica, avanzando piedra a piedra en el río del porvenir, hacia nuevas victorias que aún esperan.