El XIV Plan Quinquenal: una hoja de ruta hacia la modernización china


He tenido el privilegio de vivir y estudiar, desde 1978, todo el proceso de Reforma y Apertura de China. Durante más de cuatro décadas, he sido testigo de cómo cada Plan Quinquenal ha servido no solo como guía económica, sino también como una brújula política, social y filosófica que ha marcado el rumbo del país. El XIV Plan Quinquenal (2021-2025) es una muestra más de la coherencia y previsibilidad de la planificación china, que ha convertido a China en un socio confiable y en un actor fundamental en la gobernanza global del siglo XXI.

Los planes quinquenales chinos no son simples documentos de planificación económica. Son el resultado de un proceso de reflexión colectiva que moviliza a miles de expertos, académicos, funcionarios y representantes de todos los niveles del Partido Comunista de China (PCCh), desde las provincias más remotas hasta los centros de poder en Beijing. Su elaboración implica a millones de personas en consultas, estudios sectoriales y debates estratégicos. Esa dimensión participativa y científica hace que el Plan Quinquenal no sea un decreto impuesto, sino una hoja de ruta compartida y asumida por toda la sociedad.

El XIV Plan Quinquenal ha tenido tres grandes ejes: consolidar la modernización económica, reforzar la autosuficiencia tecnológica y promover un desarrollo de alta calidad. En estos años, China ha dado pasos firmes hacia una economía impulsada por las llamadas “nuevas fuerzas productivas” —la innovación, la digitalización, la inteligencia artificial, las energías limpias o la biotecnología—, sentando las bases de un modelo que no depende de la reproducción del capitalismo industrial clásico, sino que integra ciencia, tecnología y bienestar social bajo la guía del Estado.

Los resultados son incuestionables. China se ha consolidado como el primer país del mundo en número de patentes registradas, demostrando que la creatividad y la innovación no son patrimonio exclusivo de Occidente. Su liderazgo en vehículos eléctricos, energías renovables, telecomunicaciones y tecnología cuántica son la prueba palpable de un modelo de desarrollo que mira al futuro con confianza. Al mismo tiempo, el país ha mantenido la estabilidad social y la cohesión nacional, elementos que en el mundo occidental hoy parecen más frágiles que nunca.

Otro hito trascendental del proceso que culmina con este XIV Plan Quinquenal es la erradicación de la pobreza extrema en 2021. Más de 800 millones de personas han salido de la pobreza en cuatro décadas, una hazaña sin precedentes en la historia humana. Pero más allá de las cifras, este logro refleja una filosofía profundamente confuciana: el bienestar del pueblo es la medida del buen gobierno. En China, el desarrollo no es un fin en sí mismo, sino un medio para lograr la armonía social y el equilibrio. Esa visión se proyecta hacia el exterior a través de su cooperación con los países en desarrollo, bajo el principio de “ganar juntos o no ganar ninguno”. China no busca hegemonizar ni imponer su modelo, sino ofrecer alternativas sostenibles que permitan a otras naciones alcanzar su propio camino de prosperidad.

El liderazgo del presidente Xi Jinping ha sido determinante en este proceso. Su visión de una “modernización al estilo chino” integra la tradición y la innovación, el patriotismo y la apertura, la estabilidad y la reforma. Bajo su dirección, el Partido Comunista de China ha fortalecido la gobernanza del país, reafirmando su papel como garante de la continuidad histórica y de la dirección estratégica de la nación. Frente a los modelos atlantistas, hoy sumidos en crisis de legitimidad y hegemonismos excluyentes, China ofrece una vía basada en la planificación a largo plazo, la cooperación internacional y la confianza mutua.

Europa, y especialmente España, deberían tomar nota de esta experiencia. El viejo modelo de bloques, de confrontaciones y desconfianzas, ha demostrado su fracaso. La Unión Europea necesita un nuevo marco de gobernanza que apueste por la estabilidad, la interdependencia positiva y el diálogo con China. No se trata de imitar su sistema, sino de comprenderlo y encontrar espacios de colaboración que beneficien a ambas partes. La previsibilidad que ofrecen los planes quinquenales chinos es un valor estratégico para cualquier país que quiera construir relaciones duraderas con la segunda economía del mundo.

De cara al futuro, el XV Plan Quinquenal —que se aprobará en las próximas “Dos Sesiones”— marcará una línea continuista y, al mismo tiempo, renovadora. Continuista, porque mantendrá los principios que han hecho de China un país estable, moderno y comprometido con el bienestar de su pueblo; renovadora, porque se centrará en el desarrollo de nuevas fuerzas productivas, la autosuficiencia en ciencia y tecnología, y una apertura más profunda al mundo.

Quienes hemos tenido el privilegio de estudiar cada uno de los planes quinquenales sabemos que China cumple con sus objetivos. Esa es su mayor credencial como socio internacional. Su planificación no es propaganda, es compromiso. Y ese compromiso ha hecho posible que, en apenas medio siglo, un país empobrecido y devastado por la historia se haya convertido en un pilar de la estabilidad global.

Para quienes de verdad quieren trabajar con China, comprender sus planes quinquenales es comprender el alma de su desarrollo. En ellos está la prueba de que la coherencia, la constancia y la planificación racional siguen siendo las mejores herramientas para construir el futuro.