Los tres grandes problemas mundiales que denuncia la Iniciativa de Gobernanza Global propuesta por China

La IGG se fundamenta en valores universales como la equidad, la soberanía y el respeto mutuo y plantea cinco propuestas

La creciente fragilidad del sistema internacional y el fracaso de muchas instituciones globales para ofrecer soluciones justas y efectivas han creado un escenario internacional insostenible. En respuesta a este contexto, China ha presentado durante la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) de este mes de septiembre la Iniciativa de Gobernanza Global (IGG), una propuesta ambiciosa y necesaria para mejorar la arquitectura global. Con ella, propone una alternativa cooperativa frente a las desigualdades y disfuncionalidades que hoy afectan al orden mundial.

La IGG se fundamenta en valores universales como la equidad, la soberanía y el respeto mutuo y plantea cinco propuestas: (1) Igualdad soberana de los Estados; (2) Respeto al derecho internacional y a la Carta de la ONU; (3) Compromiso con el multilateralismo genuino; (4) Enfoque centrado en las personas y resultados reales; y (5) Implementación práctica y cooperación efectiva.

Estas propuestas responden a tres problemas centrales que están en la raíz del actual estancamiento global: la exclusión de gran parte del mundo en la toma de decisiones, la politización del derecho internacional, y la incapacidad colectiva para abordar los desafíos compartidos de la humanidad.

La exclusión sistemática del Sur Global en la toma de decisiones

Uno de los pilares de la IGG china es la igualdad soberana entre los Estados, un principio que, si bien está consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, raramente se cumple en la práctica. El orden internacional vigente ha perpetuado una estructura de poder desigual, donde unas pocas potencias —occidentales— toman las decisiones más importantes, mientras la mayoría de los países, especialmente del Sur Global, son relegados a un papel secundario.

China ha señalado con claridad que este sistema no es sostenible ni legítimo. La IGG surge como un llamado a democratizar la gobernanza internacional, para que todos los países tengan voz real en la definición de las reglas, y no simplemente sean receptores de normas ajenas.

En este sentido, la Iniciativa promueve la reforma de instituciones clave como la ONU, el FMI y el Banco Mundial, y al mismo tiempo impulsa plataformas multilaterales donde el Sur Global puede cooperar desde una base de igualdad. La propuesta china no es excluyente, sino complementaria: propone construir un orden multipolar basado en el respeto mutuo y la cooperación entre civilizaciones.

Como ejemplo de esta subrepresentación del Sur Global podemos comparar el derecho de voto de los países que componen los BRICS+ y los 7 países occidentales del G7 en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los votos de los países BRICS+ solo alcanzan a un tercio de los votos de los países del G7 mientras que su población es cinco veces superior y su PIB un 33 % superior. Esta tremenda desigualdad, absolutamente injustificable desde cualquier punto de vista, nos permite hacernos una idea de la tremenda subrepresentación del Sur Global en las instituciones de gobernanza global. Subrepresentación que no es sólo en el FMI sino que también alcanza al Banco Mundial y otras muchas instituciones que gobiernan “de facto” el mundo.

 Países BRICS+Países G7
Población48,69%9,72%
PIB (ppa)39,34%29,44%
VOTO12,93%38,61%

La manipulación geopolítica del derecho internacional y de la ONU

Un segundo problema estructural que China identifica es el uso instrumental del derecho internacional por parte de algunas potencias, básicamente bajo la batuta de Estados Unidos. La legalidad internacional debería ser un marco común para garantizar la paz y la justicia global, pero en la práctica, muchas veces se convierte en una herramienta para justificar sanciones, bloqueos, injerencias o intervenciones militares que violan los principios de soberanía y autodeterminación.

Frente a este doble estándar, la IGG plantea una posición firme: el derecho internacional debe ser respetado en su totalidad, y no solo cuando conviene a determinados intereses geopolíticos. La iniciativa propone reforzar los mecanismos multilaterales para que las disputas internacionales se resuelvan de manera pacífica y legal, bajo los principios de la Carta de la ONU.

A lo largo de los últimos años, la ONU ha sido sistemáticamente bloqueada o ignorada en sus esfuerzos por garantizar la paz y la justicia. Un ejemplo contundente es la incapacidad del Consejo de Seguridad para actuar frente al genocidio en Gaza, donde resoluciones impulsadas por una mayoría de países han sido vetadas de forma reiterada por Estados Unidos, incluso cuando contaban con amplio respaldo internacional. Este uso del veto ha paralizado al órgano responsable de la paz global y ha dejado sin protección efectiva a las decenas de miles de gazatíes que están siendo exterminados.

Pero el problema va más allá del veto. Continentes enteros del Sur Global —África, América Latina y el sur de Asia— ni siquiera tienen representación permanente en el Consejo de Seguridad, a pesar de su población, extensión territorial y relevancia regional. Esto refleja un desequilibrio estructural que perpetúa una gobernanza parcial, donde las voces del mundo en desarrollo siguen marginadas.

Además, la autoridad moral y jurídica de las resoluciones de la ONU ha sido atacada abiertamente. Un caso emblemático de desacato es la decisión de Estados Unidos de reconocer Jerusalén como capital de Israel, en contra de múltiples resoluciones de la Asamblea General que establecen que el estatus de Jerusalén debe resolverse mediante negociaciones. Este acto de desacato, sin consecuencias reales, envía un mensaje peligroso: que las normas internacionales son obligatorias para todos excepto para Estados Unidos, que las impone y las incumple al ritmo de sus propios intereses.

Frente a esta situación, China propone en su IGG un retorno real al multilateralismo y al respeto igualitario del derecho internacional. Se trata de garantizar que las reglas se apliquen a todos por igual, sin privilegios ni excepciones. La legalidad internacional debe ser un escudo para los más débiles, no un arma de los más fuertes. Esta postura es especialmente valorada por muchos países que han sido víctimas de medidas coercitivas unilaterales y que hoy encuentran en China un socio dispuesto a defender un orden más equilibrado.

Ineficiencia del sistema actual ante los problemas globales. El abandono de la Agenda 2030

El tercer gran problema que la IGG denuncia con determinación es la incapacidad del sistema internacional actual para ofrecer soluciones reales y efectivas a los problemas comunes de la humanidad. A pesar de décadas de foros, cumbres y compromisos globales, los resultados siguen siendo insuficientes. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, lanzada en 2015 por Naciones Unidas con el objetivo de erradicar la pobreza, proteger el planeta del cambio climático y garantizar paz y prosperidad para todas las personas, está hoy desgraciadamente estancada.

A finales de 2024 y según datos de la ONU, solo el 17 % de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) avanza a un ritmo adecuado, alrededor del 35 % muestra algún progreso pero insuficiente, pero la casi mitad restante de los objetivos está directamente en retroceso o sin avances significativos. El panorama es preocupante en objetivos como la eliminación del hambre y de la pobreza, donde no se está progresando y se está perdiendo una década entera de esfuerzos.

Esta pérdida de eficacia no se debe a la falta de diagnósticos o buenas intenciones, sino a la fragmentación, politización y lentitud de los mecanismos de cooperación internacional. El sistema actual se basa en compromisos voluntarios, carentes de mecanismos eficaces de implementación y seguimiento, y muchas veces bloqueados por intereses económicos de las potencias occidentales. Mientras tanto, millones de personas siguen en unas condiciones de vida inaceptables.

Frente a este colapso funcional, la Iniciativa de Gobernanza Global de China propone un nuevo enfoque: una gobernanza centrada en resultados y en las personas. Para Beijing, los discursos diplomáticos deben traducirse en acciones concretas que mejoren el bienestar de las sociedades.

En este sentido, China considera que la recuperación de la Agenda 2030 sólo será posible si se rediseña la forma en que el mundo coopera, eliminando barreras ideológicas y apostando por un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible. La IGG no pretende reemplazar lo existente, sino activar lo que ya se ha acordado y empujar con fuerza hacia su cumplimiento real.