Mi participación en el Foro Mundial del Socialismo: multilateralismo, diálogo y futuro compartido

Participar en el Foro Mundial del Socialismo organizado por la Academia China de Ciencias Sociales (CASS) ha sido una experiencia profundamente transformadora y, sin duda, una de las mayores oportunidades de mi trayectoria profesional. Representar a la Fundación Cátedra China en un espacio de reflexión global de tal magnitud es un privilegio que asumo con orgullo y gratitud. Estar allí no es solo acudir a un foro: es formar parte de un escenario donde se piensa el mundo, donde se analiza el presente y donde se proyecta el futuro desde la responsabilidad compartida.

China realiza un esfuerzo extraordinario por estudiar, comprender y mejorar las políticas que guían su desarrollo. La CASS, y en particular su Escuela del Marxismo, son prueba palpable del enorme trabajo intelectual que sostiene al Socialismo con Características Chinas. Allí se elabora un pensamiento dinámico, en constante adaptación, que se nutre del marxismo y lo actualiza diariamente en función de las necesidades de la población, sin perder de vista la historia milenaria del país ni los principios de la filosofía confuciana. Es precisamente esta capacidad de integrar tradición y modernidad, teoría y práctica, lo que otorga una legitimidad profunda al modelo chino.

China sitúa siempre al ciudadano en el centro. La formulación de políticas públicas parte del estudio riguroso de sus necesidades, de sus expectativas y de las transformaciones sociales que vive el país. Este enfoque humanista no se limita a lo interno: China mira al mundo, estudia sus dinámicas, observa sus conflictos, analiza sus sistemas políticos y aprende de la experiencia internacional. Comprender el mundo es para China una condición necesaria para no dejar atrás a sus propios ciudadanos. Este mensaje lo repiten académicos, políticos y expertos chinos con total claridad: conocer el mundo es proteger a su pueblo.

Por eso, el Foro Mundial del Socialismo tiene una composición profundamente multilateral. Allí coincidimos representantes de los cinco continentes: políticos, parlamentarios, asesores gubernamentales, investigadores, académicos, responsables de think tanks, especialistas en gobernanza digital, en relaciones internacionales y en desarrollo sostenible. La diversidad no era un simple marco, sino el eje central del encuentro. Cada delegación aportó una visión propia, desde sus experiencias nacionales, con un alto nivel de compromiso y un espíritu genuino de cooperación.

China ha asumido, casi sin buscarlo, un papel de liderazgo global. Pero se trata de un liderazgo distinto: un liderazgo responsable, prudente, inclusivo y orientado al bienestar de la humanidad. La propuesta china de construir una comunidad de futuro compartido sintetiza esta visión. No es un eslogan, sino un planteamiento estratégico e ideológico: el reconocimiento de que los desafíos actuales —climáticos, digitales, económicos, sociales— ya no permiten soluciones unilaterales. Vivimos en una época en la que es imprescindible escuchar, compartir y coordinar. Y este foro ha sido un espacio donde esto se ha practicado con convicción.

Todos los participantes nos hemos sentido escuchados. China ha demostrado una clara voluntad de diálogo y ha promovido la participación activa de cada experto. Los paneles no fueron meros ejercicios de exposición, sino auténticos espacios de encuentro, donde se debatió desde el respeto, la curiosidad intelectual y la búsqueda de puntos de convergencia. Este ambiente resulta especialmente valioso en un contexto internacional marcado, en muchos lugares del norte global, por la desconfianza, la rigidez y la primacía del interés particular por encima del bien común.

Uno de los ejes centrales del foro fue la gobernanza global en la era digital. Desde China se plantea una gobernanza digital inclusiva, que mantenga al ser humano en el centro, pero que integre también la relación armónica entre gobierno, empresa y naturaleza. Un triángulo que, lejos de competir, coopera. Escuchar hablar de digitalización con un enfoque ético, social y orientado al desarrollo compartido es especialmente refrescante y necesario. En demasiados debates internacionales se tiende a convertir la digitalización en un campo de batalla geopolítico, mientras que en Beijing se la concibe como una herramienta para el progreso colectivo y para la reducción de desigualdades.

China es pasado, presente y futuro. No renuncia a sus cinco mil años de historia, no olvida su patrimonio material e inmaterial, ni las lecciones —muchas veces duras— que han moldeado su identidad. Esa memoria histórica convive con una ambición de modernidad excepcional. Y es precisamente esta combinación la que permite a China proyectarse hacia el futuro como una voz del Sur Global, una voz que no solo representa a millones de personas, sino que también impulsa el multilateralismo real, el que da cabida a todos y no solo a unos pocos.

Hoy, más que nunca, las voces del mundo son necesarias. Políticos, académicos e investigadores tenemos la responsabilidad de construir puentes, de fortalecer el diálogo y de defender modelos de cooperación que pongan a los ciudadanos en el centro. Porque un mundo donde las personas quedan atrás es un mundo condenado al conflicto. Necesitamos discursos firmes que defiendan la igualdad entre Estados, que se opongan a hegemonismos excluyentes y que promuevan una gobernanza internacional verdaderamente representativa.

La comunidad de destino compartido que China propone es una invitación y una oportunidad: la invitación a pensar el mundo de manera conjunta, y la oportunidad de construir un futuro donde las generaciones presentes y futuras puedan vivir en paz, en armonía con la naturaleza y en un desarrollo sostenible y equilibrado.

Me marcho de este foro con la satisfacción del deber cumplido. Con la convicción de que hemos aportado, desde España y desde la Fundación Cátedra China, una visión útil y comprometida. Y, sobre todo, me marcho con la esperanza de que mi hija vivirá en un mundo mejor: un mundo más justo, más pacífico, más moderno y más humano.

Desde nuestra institución seguiremos trabajando, también en el marco de la Franja y la Ruta, para contribuir a este proyecto global. Un proyecto construido por más del 80% del mundo, con China ejerciendo un liderazgo responsable, integrador y orientado al bien común. Un proyecto que ya está en marcha. Y del que formarán parte las nuevas generaciones. También mi hija, y también las hijas e hijos de todos los que hoy, desde la reflexión y la cooperación, seguimos creyendo en un futuro compartido.