Nadar y guardar la ropa: la sabiduría de mi abuelo y la estrategia de China

De pequeña, mi abuelo Vicente solía repetir una frase que en casa se convirtió en toda una filosofía: “Hay que saber nadar y guardar la ropa”. Yo entonces no entendía del todo lo que quería decir. Con el tiempo, comprendí que se refería a la prudencia inteligente, a la capacidad de avanzar sin perder lo esencial, de adaptarse sin renunciar a lo que da estabilidad. Hoy, al analizar el XV Plan Quinquenal de China (2026-2030), aprobado recientemente por el Comité Central del Partido Comunista de China y que se ratificará en marzo durante las Dos Sesiones, no puedo evitar pensar en él.

China, en muchos sentidos, encarna esa sabiduría de navegar y guardar la ropa. El nuevo plan quinquenal es un ejemplo perfecto de cómo el país traza su rumbo hacia el futuro con ambición, pero sin dejar al azar los factores que garantizan su estabilidad interna. A diferencia de las políticas reactivas que vemos en otros lugares, los planes quinquenales chinos son ejercicios de previsión, resultado de un largo proceso de evaluación, consulta y análisis en el que participan numerosos estamentos de la sociedad: economistas, académicos, funcionarios, líderes locales y expertos sectoriales.

Como directora de la Fundación Cátedra China, tengo la oportunidad de estudiar de cerca estos procesos, y siempre me sorprende la profundidad con la que se elabora cada plan. No hay improvisación, ni consignas vacías: hay formación, estudio y una convicción compartida de que la estabilidad del país se construye desde la planificación. Los políticos chinos no improvisan; se preparan durante años para comprender los fundamentos de la gobernanza, la economía y la sociedad, y eso se nota en cada línea de los documentos estratégicos del país.

Este XV Plan Quinquenal no rompe con lo anterior, sino que continúa una línea sólida: la apuesta por la ciencia y la tecnología, el desarrollo de nuevas fuerzas productivas, la apertura económica, el turismo —interno, externo e internacional— y la cooperación global, con especial énfasis en el apoyo a los países en desarrollo. También destaca el papel de la cultura como fuerza integradora y de proyección internacional. Pero si hay un eje central que define este nuevo plan, es la autosuficiencia en ciencia y tecnología.

China ha comprendido que su futuro depende de su capacidad para innovar por sí misma. Y no se trata de cerrarse al mundo, sino de asegurar que el progreso no dependa de factores externos inestables. La autosuficiencia no es aislamiento; es un compromiso con la estabilidad. En ese sentido, este plan quinquenal busca reforzar la independencia tecnológica como garantía de desarrollo sostenido, para que el país no quede expuesto a vaivenes o tensiones geopolíticas.

Cuando se estudia la historia de China, se entiende por qué. Desde la Primera Guerra del Opio, los pensadores chinos ya hablaban de la necesidad de garantizar la autosuficiencia alimentaria. En las últimas décadas, esa visión se ha hecho realidad: la tecnificación de la agricultura y la mejora de las zonas productivas han permitido al país alcanzar la autosuficiencia en grano, lo que ha sido clave para erradicar la pobreza extrema. Casi 800 millones de personas han salido de esa situación, un logro sin precedentes en la historia humana.

Esa autosuficiencia alimentaria fue el primer paso. Ahora, el desafío es lograr lo mismo en ciencia y tecnología, con el objetivo de consolidar un modelo de desarrollo que combine independencia, innovación y apertura. China no busca aislarse, sino avanzar con autonomía y seguridad. O, como decía mi abuelo Vicente, nadar sin perder la ropa.

Esa es, a mi juicio, una de las grandes lecciones que China ofrece al mundo: la previsibilidad. Quien coopera con China sabe a qué atenerse, porque los planes quinquenales definen con claridad las líneas de trabajo del país. No hay giros bruscos ni improvisaciones políticas, sino un camino trazado, revisado y cumplido. Para los países que buscan estabilidad en la cooperación, esta previsibilidad es un valor incalculable.

Cuando leo este XV Plan Quinquenal, me viene a la mente la voz de mi abuelo, firme pero tranquila, recordándonos que la prudencia no es pasividad, sino inteligencia en el movimiento. China está nadando hacia un futuro de alta calidad, innovación y apertura, pero lo hace sin soltar la ropa: cuidando la estabilidad, protegiendo su desarrollo y ofreciendo al mundo un rumbo claro.

Y pienso que, si mi abuelo Vicente hubiera tenido la oportunidad de leer este plan, habría sonreído satisfecho. Porque sabría reconocer en él lo que siempre defendió: que solo quienes saben cuidar lo esencial pueden permitirse avanzar sin miedo.