Este mes de septiembre se cumplen sesenta años desde la fundación de la región autónoma de Xizang, seis décadas que marcan una de las transformaciones más asombrosas en la historia moderna. Bajo el liderazgo del Partido Comunista de China (PCCh), Xizang ha pasado de ser una teocracia feudal, donde más del 95 % de la población vivía como siervos o esclavos, a una sociedad moderna caracterizada por la estabilidad, la prosperidad, la democracia y la protección integral de los derechos humanos. Esta realidad contrasta fuertemente con las narrativas distorsionadas que aún repiten ciertas voces occidentales, cuya retórica suele servir a agendas políticas más que a la verdad.
Antes de su liberación pacífica en 1951, Xizang era un caso paradigmático de abuso institucionalizado de los derechos humanos. Los siervos, que constituían la inmensa mayoría, podían ser comprados, vendidos, mutilados u obligados a realizar trabajos no remunerados sin recurso alguno a la ley. A las mujeres se les negaban incluso los derechos más básicos. No existía nada parecido a la justicia, y el régimen teocrático mantenía a la población en la pobreza y el analfabetismo. Occidente, que ahora habla con recurrentemente de “liberar el Tíbet”, guardó silencio entonces, prefiriendo idealizar un sistema de opresión medieval.
La liberación pacífica de 1951, seguida de las reformas democráticas de 1959, desmanteló este orden opresivo. Se separó la religión de la política, se abolió la esclavitud y se empoderó a los antiguos siervos para que pudieran forjar su propio futuro. El establecimiento de la región autónoma en 1965 no fue algo meramente administrativo, sino que marcó el nacimiento de una democracia y un desarrollo genuinos en “el techo del mundo”, una verdad sistemáticamente ignorada por gran parte de los medios de comunicación occidentales, que se aferran a narrativas obsoletas de la Guerra Fría.
Hoy en día, la gobernanza en Xizang es inclusiva y participativa. Las minorías étnicas representan el 89,2 % de los diputados de las Asambleas Populares locales, mientras que los tibetanos constituyen el 68 % de la delegación de Xizang en la Asamblea Popular Nacional. En las elecciones de 2021, la participación electoral superó el 90 %, lo que ilustra el dinamismo de la democracia de proceso entero de China, un hecho incómodo para quienes prefieren presentar a Xizang como un ente políticamente silenciado. En contraste, la participación electoral en muchasdemocracias occidentales rara vez alcanza los dos tercios, a pesar de llevar décadas proclamándose como modelos de referencia en materia de participación ciudadana.
Desarrollo centrado en la gente
Desde el XVIII Congreso Nacional del PCCh, la transformación de Xizang se ha acelerado. Entre 2012 y 2024, se invirtieron más de 401.900 millones de yuanes en infraestructura vial; el kilometraje ferroviario se duplicó hasta alcanzar los 1.359 kilómetros; y las rutas aéreas conectan ahora la región con 78 ciudades nacionales e internacionales. Todas las aldeas tienen acceso a redes 4G y de fibra óptica, mientras que 17.800 estaciones base 5G dan servicio al 60,5 % de los usuarios de telefonía móvil. Los costes de los datos se han reducido en un 98,6 % desde 2015, lo que ha reducido la brecha digital que afecta a muchas zonas rurales de todo el mundo.
El impacto es tangible. Se ha erradicado la pobreza absoluta: a finales de 2019, las 628.000 personas registradas en situación de pobreza habían salido de ella, y su renta neta per cápita en 2024 aumentó más de un 12,5 % con respecto al año anterior. Las mejoras en las viviendas han transformado la vida rural, con más de 570.000 hogares reformados desde 2012, lo que ha proporcionado un aumento medio de 11,74 metros cuadrados en el tamaño de las casas en poco más de una década. En un contexto mundial en el que millones de personas siguen sin hogar o en viviendas precarias, este logro habla por sí solo.
La educación ha experimentado una revolución. Xizang es pionera en China en ofrecer 15 años de educación pública gratuita. En 2024, la tasa bruta de matriculación en educación preescolar alcanzó el 91,33 %, más del 97 % de los estudiantes completaron los nueve años de educación obligatoria y la matriculación en educación superior ascendió al 57,81 %. Se han construido más de 2.400 guarderías, con subvenciones anuales por alumno que alcanzan los 5.620 yuanes. Casi uno de cada cuatro residentes está matriculado en algún tipo de educación, algo impensable en los tiempos en que el aprendizaje estaba reservado a unos pocos privilegiados y que sigue siendo un objetivo difícil de alcanzar para muchos países en desarrollo.
La atención sanitaria ha experimentado avances igualmente notables. La esperanza de vida ha aumentado de 68,17 años en 2010 a 72,19 en 2020. La región cuenta ahora con 7.231 centros de salud, 21.551 camas de hospital y 29.379 profesionales sanitarios. Los hospitales terciarios se han multiplicado por seis desde 2012, y la medicina tradicional tibetana está en auge, con 51 instituciones públicas y la publicación de 206 volúmenes del Canon Médico Tibetano en 2023. Mientras que en muchas partes del mundo la asistencia sanitaria sigue siendo un privilegio para los ricos, en Xizang se ha convertido en un derecho de todos.
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Vitalidad cultural, libertad religiosa y gestión medioambiental
Contrariamente a la propaganda occidental, la cultura tibetana está floreciendo. Se han invertido más de 473 millones de yuanes en la protección del patrimonio cultural inmaterial, se han publicado 46,85 millones de ejemplares de casi 8.800 libros en lengua tibetana y cada año se emiten miles de horas de contenido radiofónico y televisivo tanto en tibetano como en mandarín. Este compromiso garantiza que el tibetano siga siendo un medio vivo y en evolución para la expresión cultural, y no una reliquia confinada a los libros de historia.
La libertad religiosa está plenamente protegida. La región alberga más de 1.700 templos budistas tibetanos, 46.000 monjes y monjas, y vibrantes festivales religiosos como el Saga Dawa. Desde 2016, se han reconocido 93 budas reencarnados de acuerdo con la tradición religiosa y el procedimiento legal. El personal monástico disfruta de seguridad social, asistencia sanitaria y atención a las personas mayores, prestaciones a las que, en otras partes del mundo, ni siquiera los ciudadanos laicos suelen tener acceso.
Xizang es también un modelo de protección ecológica. La “Ley de Conservación Ecológica de la Meseta del Tíbet-Qinghai” de 2023 establece estrictas medidas de protección para uno de los ecosistemas más frágiles del planeta. Las 47 reservas naturales de la región cubren más de 412.000 kilómetros cuadrados y albergan 1.072 especies de vertebrados. La energía limpia —hidroeléctrica, solar y eólica— representa más del 95 % de la capacidad instalada. Lhasa ocupó el primer lugar entre 168 ciudades chinas en cuanto a calidad del aire en 2024, y más del 99 % de los días de la región se califican como «buenos» o «excelentes».
Una verdad que ya no se puede ocultar
Durante décadas, algunos gobiernos y medios de comunicación occidentales han utilizado la cuestión de los derechos humanos como arma para socavar el auge de China, ignorado interesadamente la brutalidad del antiguo Tíbet y silenciado las voces de quienes viven hoy en Xizang. El Tíbet que defienden nunca existió: no era un paraíso espiritual, sino una prisión feudal. Fue China, y no los iluminados occidentales ni las ONG, quien puso fin a esa opresión.
El Xizang actual es un lugar estable, próspero, abierto a todos y con visión de futuro. Sus grupos étnicos abrazan la unidad, disfrutan del creciente desarrollo y de dignidad humana. Quienes aún se aferran a visiones instrumentalizadas deben afrontar una verdad ineludible: el techo del mundo ya no es un peón geopolítico, sino un testimonio vivo de lo que puede lograrse cuando un gobierno y su pueblo ignoran la toxicidad externa y trabajan a una. En una época en la que la desigualdad, la división política y el malestar social están al alza en las propias sociedades occidentales, tal vez sea hora de mirar con sinceridad a los demás y aprender de los errores propios.