Sobre el principio de independencia y autonomía defendido por China desde 1949 hasta hoy

Hoy rescato la expresión另起炉灶 (lìngqǐ-lúzào), que literalmente se traduce como “montar una nueva cocina” o “montar una cocina aparte”, y que se usa en la actualidad para referirse a empezar algo de cero, bien un negocio, un proyecto o una empresa, etc.

No obstante, la expresión original fue propuesta por Mao Zedong en marzo de 1949. Dicha política de “empezar o montar otra cocina” se refería en su origen a la política de establecer relaciones diplomáticas con los países de Occidente sobre una nueva base de igualdad (y no reconocer las relaciones diplomáticas originales establecidas bajo la República de China).

En aquel momento, Mao también formuló la política de 打扫干净屋子再请客 (dǎsǎo gānjǐng wūzi zǎi qǐngkè) “limpiar la casa antes de invitar a los huéspedes”, referida a eliminar los vestigios y priviligeios de las fuerzas imperialistas en China y de todos los tratados desiguales antes de considerar el establecimiento de relaciones diplomáticas con Occidente.

Así, una constante de la política exterior china, desde Mao Zedong hasta Xi Jinping, pasando por Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao, ha sido la defensa del principio de independencia y autonomía. Todos estos presidentes han subrayado que la labor exterior debe adherirse firmemente a una política exterior independiente y pacífica.

Mao Zedong concedió gran importancia a la independencia y la autonomía considerándolas como el “punto de apoyo”, la “directriz fundamental” y el “principio básico” de la revolución y la construcción de la nueva China. Sostuvo que los asuntos de China debían ser decididos y manejados por el propio pueblo chino, sin permitirse que ningún país imperialista interfiriera en ellos. Todos los líderes que han venido después han hecho hincapié en lo mismo.

En el momento de la fundación de la nueva China, siendo una potencia oriental tan atrasada, la adhesión a la independencia y la autonomía tenía un significado especial. En la prolongada confrontación bipolar tras el final de la Segunda Guerra Mundial, si la recién nacida República Popular China no se hubiera adherido al principio de independencia y autonomía y se hubiera doblegado ante algunas de las grandes potencias de la época, probablemente no habría sido más que un país títere o subordinado y quizás no habría podido llegar a ser verdaderamente la nación poderosa que es hoy. 

Deng Xiaoping heredó y desarrolló la idea independentista de Mao, y Xi Jinping ha subrayado en numerosas ocasiones que “China nunca permitirá que nadie imponga su voluntad al pueblo chino”. En la tercera sesión plenaria del XX Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), el secretario general Xi Jinping subrayó que la labor exterior debe adherirse firmemente a una política exterior independiente y pacífica. La Ley de Relaciones Exteriores de la República Popular China, adoptada en 2023, consagra explícitamente la “adhesión a una política exterior independiente y pacífica”.

La esencia de la independencia y la autonomía, según el mandatario, radica en seguir inquebrantablemente el camino propio. Por otro lado, Xi sostiene que la adhesión a la independencia y la autonomía es una premisa necesaria para promover la construcción de una comunidad de destino compartido para la humanidad, siendo esta propuesta “el objetivo de la diplomacia de un gran país con peculiaridades chinas en la nueva era”.

La independencia y la autonomía son totalmente opuestas a la dependencia. En las relaciones internacionales, la dependencia normalmente se refiere a un estado de sumisión, dependencia, subordinación o incluso vinculación de un Estado a sus pares o grupos de Estados, lo que refleja una relación desigual. La teoría de la dependencia en el ámbito de las relaciones internacionales revela una estructura “centro-periferia” cuya esencia es una relación de explotación y control. En la historia moderna de las relaciones internacionales, aunque algunos países han sacado ciertos beneficios en materia de desarrollo y seguridad dependiendo de otros países, se han visto al fin y al cabo limitados por ellos, han perdido poder dominante en la estrategia nacional, especialmente en la diplomacia, y se han visto altamente restringidos en lo que respecta a su desarrollo nacional y en la mejora de su estatus internacional. La independencia y la autonomía, en cambio, se basan en la plena igualdad entre los Estados y en el cumplimiento de la ley internacional y de las normas básicas de las relaciones internacionales.

En este sentido, China se declara a favor de una “multipolaridad mundial igualitaria y ordenada” (los países son iguales en cuanto a derechos, oportunidades y normas). La multipolaridad ordenada implica que todos los países acatan conjuntamente los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y se adhieren conjuntamente a las normas básicas universalmente acordadas en las relaciones internacionales.

Acatar la independencia y la autonomía no excluye la apertura al exterior y el despliegue de una cooperación normal con otros países. En el mundo actual en el que se profundiza la globalización económica y los seres humanos viven en una misma aldea global, es totalmente inviable cerrarse al resto del mundo. Así, China aboga por una globalización económica inclusiva, lo que significa que la “tarta del desarrollo económico” debe ampliarse y repartirse bien, de modo que los distintos países, clases y grupos de personas puedan participar y disfrutar de los frutos del desarrollo económico y social. La globalización inclusiva significa respetar el derecho de cada país a elegir el camino del desarrollo de acuerdo con sus propias condiciones nacionales.

El principio de independencia y autonomía promueve, además, la construcción de un nuevo tipo de relaciones internacionales basadas en el respeto mutuo, la igualdad y la justicia, y la cooperación en busca del beneficio mutuo. Se considera que la premisa y la vía para ello es justamente la independencia y la autonomía de los países.