Con la reciente noticia de la reelección de Trump, es oportuno preguntarse cómo esto podría cambiar el panorama económico mundial, particularmente para China y sus relaciones comerciales globales.
Una administración de Harris hubiera implicado continuidad, ofreciendo un camino estable y relativamente predecible para la recuperación de China. Por el contrario, una nueva presidencia de Trump siembra de incertidumbre el futuro del comercio internacional e impulsará a China a modificar la frecuencia y la escala de sus medidas de estímulo. La victoria de Trump requerirá que China aumente el estímulo fiscal para compensar los efectos del proteccionismo que desarrollará la nueva Administración estadounidense.
Las exportaciones chinas ante el proteccionismo de Trump
La Administración Trump entre 2017 y 2020 fue conocida por su postura de línea dura sobre el comercio con China, potenciando los aranceles y las restricciones comerciales en aras del America First y del Make America Great Again, los dos grandes lemas trumpistas. Si este enfoque continúa, como es de esperar, las exportaciones chinas podrían afrontar más dificultades en el mercado estadounidense.
El fortalecimiento del dólar tras conocerse los resultados de las elecciones es un recordatorio del impacto que la victoria de Trump y las políticas proteccionistas tendrán en las economías de todo el mundo, y en particular en Asia. Nadie puede ignorar que Trump tiene a China en su punto de mira, con la promesa de aranceles del 60% y gravámenes fijos a las importaciones de muchos países.
De hecho, Trump ha amenazado con aumentar los aranceles a las importaciones de China en un 200% en un escenario extremo, en caso de intervención del Ejército Popular de Liberación (EPL) sobre Taiwán. En el fondo, sin llegar a un escenario extremo, nos situaremos muy probablemente en una repetición de la guerra comercial de 2018-2019. Hay que recordar que los aranceles de su primer mandato se fijaron entre el 15% y el 25% y afectaron alrededor del 70% de las importaciones procedentes de China.
Los aranceles ahora propuestos por Trump del 60% a las importaciones chinas, y del 10-20% a otros productos representarán el nivel arancelario más alto de Estados Unidos desde la década de 1940. Esta política restaría un punto porcentual al crecimiento mundial, pero algunos analistas estiman que un arancel del 60% a las importaciones chinas reduciría el crecimiento del PIB de China en un 2,5% en doce meses. Esta desaceleración se debería principalmente a una pronunciada caída de las exportaciones, a la que se sumarían efectos indirectos sobre el consumo y la inversión internos.
Si Pekín introduce medidas de estímulo para contrarrestar los aranceles, el crecimiento del PIB en 2025 y 2026 podría caer a alrededor del 3%, significativamente por debajo de las previsiones de referencia actuales del 4,6% y el 4,2%. Hasta ahora, China no ha anunciado medidas de estímulo tan agresivas, probablemente a la espera de la confirmación formal de los resultados electorales.
En el segundo trimestre de 2024, el crecimiento del PIB chino se desaceleró al 4,7%, por debajo del objetivo del 5% del gobierno. Al mismo tiempo, la inflación al consumidor se acerca a cero, lo que refleja una demanda débil, mientras que los precios al productor han comenzado a disminuir. A este respecto, un arancel del 60% podría empujar los precios al productor aún más hacia abajo y mantener la inflación al consumidor rondando el 0%, lo que podría ejercer una presión deflacionaria adicional sobre la economía china.
Además, hay que tener en cuenta que una de las características distintivas del mandato anterior de Trump fue la Ley de Empleo y Reducción de Impuestos (TCJA, por sus siglas en inglés) de 2017, que redujo significativamente las tasas impositivas a las empresas. Posiblemente, esta medida se reanude y potencie, quedando fijada con carácter permanente, especialmente porque muchas de estas disposiciones expirarán a finales de 2025 y han sido muy importantes para salvaguardar la competitividad de Estados Unidos frente a Europa y China en los últimos años.
Por tanto, el enfoque que adopte China ante esta coyuntura será crucial para su sector exportador, pero también para las cadenas de suministro globales a medida que vaya clarificándose el alcance de este nuevo capítulo en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China.
La respuesta china
Si Trump implementase con éxito su arancel del 60% a las exportaciones chinas, las perspectivas para la economía de China en 2025 serán ciertamente menos optimistas. Muchas industrias manufactureras chinas ya han estado expandiendo sus fábricas en Tailandia, Vietnam, etc. Numerosas empresas ya han aumentado sus pedidos este mismo año, especialmente para el mercado estadounidense, anticipándose a lo que podría suceder, debido a su preocupación por la política arancelaria que se aprobará una vez tome posesión Trump a finales de enero de 2025.
Teniendo en cuenta la experiencia de su primer mandato, muchas pequeñas empresas en China sufrirán seguramente una reducción considerable de pedidos y esta coyuntura podría complicar su negocio e incluso su supervivencia. Con tasas arancelarias del 60%, muchos fabricantes chinos ya no serían competitivos ni capaces de obtener beneficios de sus exportaciones al mercado estadounidense.
En este sentido, ante la más que probable imposición por parte de Estados Unidos de medidas comerciales más estrictas, la economía china tendrá que acelerar sus planes y operaciones dentro de la región de Asia-Pacífico, invirtiendo en los países de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) y de la Franja y la Ruta (BRI) para estabilizar las cadenas de suministro y ampliar el alcance del mercado.
China está creando activamente soluciones para mitigar el impacto de los aranceles. Por ejemplo, las empresas chinas están trasladando la producción de vehículos eléctricos a Turquía. Turquía no forma parte de la Unión Europea, pero sí de la Unión Aduanera Europea, lo que permite a los fabricantes chinos eludir los aranceles de la UE ensamblando los vehículos eléctricos en Turquía utilizando opciones CKD (completamente desmontadas) y SKD (semi desmontadas).
En respuesta a las posibles perturbaciones comerciales, China responderá también con una economía de doble circulación, potenciando el curso de políticas que ya ha emprendido para fortalecer su demanda interna. Esto podría impulsar la innovación local e impulsar el consumo nacional para de ese modo reducir la dependencia de sus exportaciones.
Asimismo, la volatilidad del tipo de cambio será un aspecto determinante. A medida que las tensiones entre Estados Unidos y China afecten el sentimiento de los inversores, se plasmarán en fluctuaciones de los tipos de cambio. Esto podría influir en las estrategias de precios de exportación de las empresas chinas, especialmente las que dependen en gran medida de las transacciones en dólares. Es por ello por lo que el objetivo propuesto desde los BRICS y consagrado en la última cumbre celebrada en Kazán en torno a la desdolarización de su comercio interior, cobrará todo su sentido estratégico.
Prospectiva y solución europea
A la vista de las posibles consecuencias que se ciernen sobre la economía china tras el triunfo de Trump, la industria manufacturera de China necesita desarrollar aún más el mercado fuera de Estados Unidos, principalmente el europeo.
Si Europa no sigue la política arancelaria del 60% de Trump, las empresas chinas podrían tener una oportunidad para compensar su situación a través del mercado europeo, pero para ello deberán producir con una calidad que cumpla con los estándares regulados por Bruselas. Por tanto, la diplomacia económica entre China y la Unión Europea será un factor decisivo para mitigar los posibles efectos negativos que traerá Trump sobre la economía china.
Tanto las certezas que pueden confirmarse desde ahora como la imprevisibilidad natural de Trump presentan una serie de desafíos específicos para China. Además, la alteración de las normas diplomáticas de la que hace gala Trump complica los cálculos estratégicos de China y crea riesgos para sus empresas.
La Unión Europea puede actuar como una posible solución para China, en la misma medida en que la propia China puede también ser una solución para contrarrestar las nuevas dificultades que la economía europea tendrá con las políticas que implementará pronto Estados Unidos.