China, el país donde las drogas están más prohibidas y erradicadas y las guerras de Trump

China ha demostrado ser un ejemplo de firmeza y determinación en la lucha contra las drogas, implementando una política de tolerancia cero que ha convertido al país en uno de los más efectivos en la erradicación de sustancias ilícitas. Su enfoque riguroso en la prevención, control y represión del narcotráfico ha logrado mantener a la sociedad protegida de los estragos que las drogas han causado en muchas otras naciones. 

El antecedente de la Guerra del Opio

Esta posición no es casualidad, sino el resultado de una experiencia histórica dolorosa que dejó una huella profunda en la identidad del país: la Guerra del Opio.

Durante el siglo XIX, China sufrió una de las mayores agresiones económicas y sociales de su historia cuando el Imperio Británico introdujo masivamente el opio en su territorio, generando una crisis devastadora que afectó a millones de personas, debilitó su economía y condujo a una serie de conflictos bélicos que resultaron en la pérdida de soberanía y la imposición de tratados injustos. Esta humillación histórica marcó el inicio de una lucha inquebrantable del pueblo chino contra las drogas, entendiendo que su erradicación era una cuestión de seguridad nacional y bienestar social.

Hoy en día, China aplica una de las legislaciones más estrictas del mundo contra las drogas, con penas severas para los traficantes y un enfoque integral que no solo persigue el consumo y la venta, sino que también busca eliminar las drogas desde su raíz. La vigilancia en puertos, aeropuertos y fronteras es meticulosa, lo que ha permitido desmantelar redes de narcotráfico antes de que puedan causar estragos en la población. Por otra parte, el gobierno chino promueve la cooperación internacional para combatir la producción y distribución de precursores químicos utilizados en la fabricación de drogas sintéticas.

El origen de la crisis del fentanilo en Estados Unidos

El origen del fentanilo en Estados Unidos se remonta a la epidemia de opioides que comenzó en los años 90, cuando las grandes farmacéuticas promovieron agresivamente el uso de analgésicos como la oxicodona y la hidrocodona, asegurando que tenían un bajo riesgo de adicción. Como consecuencia, millones de estadounidenses fueron recetados con opioides, y muchos de ellos desarrollaron dependencia. Cuando las autoridades endurecieron las regulaciones sobre estos medicamentos, numerosos pacientes adictos recurrieron a la heroína como alternativa, lo que abrió la puerta al auge del fentanilo ilegal.

Empresas como Purdue Pharma impulsaron la prescripción masiva de opioides con la falsa afirmación de que no eran altamente adictivos. Durante décadas, las grandes farmacéuticas estadounidenses promovieron el consumo masivo de opioides sin una regulación adecuada, lo que llevó a una epidemia de adicción que luego se extendió al consumo de fentanilo ilegal.

El fentanilo es un opioide sintético extremadamente potente, capaz de ser hasta 100 veces más fuerte que la morfina y 50 veces más potente que la heroína. En la medicina, se utiliza para tratar dolores severos, especialmente en pacientes con cáncer o en cuidados paliativos. Sin embargo, en el mercado ilícito, su bajo costo de producción y su alta potencia lo han convertido en la droga preferida por los traficantes, quienes lo mezclan con otras sustancias para maximizar sus ganancias. Debido a su potencia, incluso pequeñas dosis pueden ser letales, lo que ha provocado un aumento alarmante en las muertes por sobredosis en Estados Unidos.

Las acusaciones de Estados Unidos a China

Las acusaciones de Washington contra China por el fentanilo han generado tensiones diplomáticas entre ambos países. Estados Unidos ha sostenido que China es la principal fuente de los precursores químicos utilizados en la producción del fentanilo, mientras que Beijing ha rechazado estas acusaciones, argumentando que ha implementado estrictas regulaciones para controlar estas sustancias. En 2019, el gobierno chino incluyó al fentanilo y sus derivados en su lista de sustancias estrictamente reguladas, convirtiéndose en uno de los pocos países del mundo en tomar una medida tan severa contra estos químicos.

Los datos muestran que la mayoría del fentanilo ilegal que llega a Estados Unidos no proviene de China, sino que es producido por cárteles en México utilizando precursores químicos que pueden tener múltiples orígenes. Beijing ha argumentado que no es justo culpar a un solo país por un problema que involucra redes criminales transnacionales.

China también ha señalado que el gobierno de Estados Unidos no ha abordado adecuadamente la raíz del problema: la adicción a los opioides en su población y la falta de control sobre la distribución de medicamentos recetados que generaron la crisis.

El gobierno chino ha instado a Estados Unidos a adoptar un enfoque más cooperativo en lugar de hacer acusaciones infundadas. China ha propuesto fortalecer los mecanismos de cooperación internacional en el control de sustancias químicas y mejorar el intercambio de información para rastrear redes de tráfico. Además, ha recordado que la lucha contra el narcotráfico debe basarse en la responsabilidad compartida y no en la politización del problema.

Las guerras de Trump

El problema del fentanilo y la retórica estadounidense en torno a su origen han evolucionado en el contexto de la creciente tensión comercial y política con México y Canadá. Aunque inicialmente las acusaciones se dirigieron contra China, con la implementación de controles muy estrictos sobre los precursores químicos en ese país, la narrativa de Washington ha girado cada vez más hacia el papel de México como principal punto de tránsito y producción del fentanilo ilícito. Esta situación ha coincidido con la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y su transformación en el T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá), lo que ha introducido nuevos elementos de presión en la relación trilateral. 

La administración de Donald Trump ha comenzado a utilizar el narcotráfico como un argumento para endurecer su postura hacia México, vinculando el tráfico de drogas con la migración irregular y justificando medidas como el refuerzo del muro fronterizo y la imposición de los nuevos aranceles del 25 por ciento, acusando al gobierno mexicano de no tomar medidas más enérgicas contra los cárteles.

En este contexto, la crisis del fentanilo se ha convertido en un nuevo frente de disputa dentro de la relación comercial y política entre Estados Unidos, México y Canadá. Más allá de la lucha contra el narcotráfico, este tema está siendo utilizado como una herramienta de presión en la negociación de acuerdos y en la redefinición de las relaciones bilaterales en América del Norte. A medida que la crisis de opioides continúa cobrando miles de vidas en Estados Unidos, es probable que Washington siga buscando culpables fuera de sus fronteras, mientras la verdadera solución al problema sigue dependiendo de un enfoque más integral que ataque tanto la oferta como la demanda de estas sustancias dentro de su propio territorio.

Y detrás de las acusaciones de Washington contra Beijing a cuenta del fentanilo y la imposición de aranceles del 10 por ciento, lo que hay es una estrategia bien calculada para debilitar la posición económica de China en sectores clave, difamar al país, justificar sanciones y restricciones comerciales y fortalecer el proceso de desacoplamiento entre ambas economías. 

(Artículo publicado originalmente en China información y economía)