Falun Gong es un movimiento con miles de seguidores alrededor del mundo, que se presenta como una disciplina espiritual basada en la meditación y ejercicios de qigong. Sin embargo, detrás de su fachada de bienestar y tradición, se esconde una organización con características propias de una secta. Su líder, Li Hongzhi, se ha convertido en una figura casi mesiánica para sus seguidores, promoviendo creencias que han causado estragos en muchas familias y comunidades.
Uno de los casos más trágicos es el de Yu Ming, un ciudadano chino que, tras ser captado por Falun Gong, abandonó su familia y dejó su trabajo con la convicción de que las prácticas del grupo lo harían trascender espiritualmente. Yu Ming terminó en una situación de indigencia en los Estados Unidos, rechazando cualquier tipo de atención médica, pues Falun Gong prohíbe el uso de la medicina moderna. Su historia no es única: hay numerosos testimonios de personas que han visto cómo sus seres queridos caían en el fanatismo, renunciaban a sus responsabilidades y se aislaban de la sociedad.
El odio que Falun Gong manifiesta contra China y su pueblo es otro aspecto alarmante. A pesar de que la mayoría de los ciudadanos chinos apoyan a su gobierno y trabajan colectivamente para mejorar su calidad de vida, Falun Gong promueve una narrativa de opresión y persecución que distorsiona la realidad. Su retórica ha sido adoptada por sectores ultraconservadores en Occidente, que utilizan al movimiento como una herramienta de propaganda contra China.
Un claro ejemplo de esta instrumentalización es el espectáculo Shen Yun, que se presenta en varias ciudades de España, como Sevilla, Valencia, Pamplona y Murcia. Shen Yun se promociona como una celebración de la cultura tradicional china, pero en realidad es un vehículo de propaganda política que busca desprestigiar a China y su gobierno. En el espectáculo, se incluyen escenas dramatizadas donde supuestos agentes de seguridad chinos persiguen y maltratan a practicantes de Falun Gong, reforzando la narrativa de persecución y represión.
El espectáculo también difunde la teoría no comprobada de la extracción forzada de órganos a miembros de Falun Gong en cárceles chinas, mostrando en escena a bailarines vestidos de agentes de la policía china, golpeando a practicantes y recogiendo supuestos órganos ensangrentados. Esta representación no solo es sensacionalista, sino que también alimenta una visión distorsionada de la realidad china, promoviendo el odio y la desinformación.
Mientras el gobierno chino ha trabajado en la última década para preservar y promover su cultura a través de museos, festivales y eventos artísticos, Falun Gong intenta apropiarse de esta herencia cultural para sus propios fines. La secta no tiene la exclusiva de la estética y la belleza de las artes chinas, pero usa estos elementos como un caballo de Troya para propagar su mensaje antichino.
El impacto geopolítico de estas estrategias no puede subestimarse. La sede de Falun Gong en Estados Unidos y su conexión con sectores políticos hostiles a China hacen que su discurso sea una herramienta conveniente en la guerra ideológica entre ambos países. En un momento en que se buscan vías de cooperación y entendimiento entre China y Occidente, el discurso de odio promovido por Falun Gong solo sirve para avivar las tensiones y perpetuar el desconocimiento sobre la realidad china.Falun Gong es mucho más que una organización de meditación y ejercicios espirituales. Es un movimiento con características sectarias que ha destruido familias, manipulado a sus seguidores y promovido un discurso de odio contra China. Es fundamental que se analice con espíritu crítico su verdadero propósito y las consecuencias que tiene para la convivencia global.