La arquitectura como puente entre culturas en el origen de la Ruta de la Seda. Xi´an CCBD

El arquitecto Luis Sacristán presenta en una conferencia organizada por la Fundación Cátedra China y el Centro Cultural de China en Madrid los detalles de este proyecto estrenado hace un año

Las ciudades no son para la generación actual sino para las que vienen. Y necesitarán espacios para resguardar, compartir emociones y conversaciones y momentos memorables. Con ese objetivo, el de crear un espacio moderno pero tradicional, impactante pero cómodo y emblemático pero humano, se configuró el proyecto Xi’an CCBD (Centre Culture Business District), desarrollado por Heatherwick Studio entre 2020 y 2024 y que propone una reflexión sobre el papel de la arquitectura como puente entre culturas. Una idea surgida con el “poder emocional de construir ciudades que nos transmitan experiencias” y que dirigió Luis Sacristán como líder de un proyecto levantado en Xi’an, punto original de la Ruta de la Seda y símbolo del encuentro entre civilizaciones. Lo presentó este jueves en una conferencia organizada por el centro Cultural de China en Madrid y la Fundación Cátedra China

“Es un proyecto donde se entiende la arquitectura como un lugar donde se pueden integrar las personas, donde la tridimensionalidad puede generar impresiones y donde la naturaleza puede generar conexiones entre personas”. Es decir, un fiel reflejo de como distintas culturas se pueden encontrar a través del espacio y la arquitectura y como los elementos tradicionales, como la cerámica, se pueden convertir en elementos esenciales.

Para el proyecto, no obstante, necesitaban algo que transcendiera y que llevara a la población de Xi´an, caracterizada por su multiculturalidad, a la periferia de la ciudad. Para ello buscaron atractivos, dos ejes que fueran protagonistas entorno al solar donde se iba a levantar un proyecto que a día de hoy se ha convertido en uno de los lugares de encuentro de la ciudad tras llevar justo un año abierto.

Pero volviendo a los orígenes, a la planificación del proyecto que comenzó en 2020, vieron que el Templo del Cielo y la torre de televisión de la ciudad serían los dos emblemas que conectarían con el resto de la ciudad. “Son los dos hitos clave para el proyecto”, relató. Y tras buscar que le podía dar identidad al proyecto, entendieron que la cerámica podría jugar un papel esencial. Y vieron que la calidad de los acabados no iba a ser tan interesante como revestir una columna con cerámica. Dicho y hecho. Recorrieron talleres, grandes y pequeños, hasta que encontraron la forma.

Trabajaron con dos empresas, una de ellas local que trabajaba a mano, y crearon una nueva identidad a través de este material, típico en Xian y con lo que la gente puede conectar. Pero claro, se preguntaron como podían desarrollar la textura con los artesanos locales y llevar la artesanía a la escala del edificio. Y tras hacer más de 1400 experimentos, encontraron la forma. Colocaron más de 100000 piezas de baldosas que cubren los pabellones (unos 32000 metros cuadrados). Y el resultado fue, como lo calificó el cliente una “piel del dragón”. Y es que el resultado parece un dragón.

Pero para llegar a ese resultado, fueron constantes la elaboración de preguntas, la búsqueda de respuestas y el diálogo conjunto. Unas conversaciones entre profesionales chinos y el equipo de Sacristán que demostraron que el idioma no es una barrera para crear juntos y trabajar por un mismo objetivo. ¿Cómo podemos conectar con el legado histórico de Xi’an para proponer una pieza extraordinaria que sea nueva pero que dialogue con el pasado? ¿Cómo crear un nuevo distrito a escala humana que reúna a la gente? ¿Cómo llevar la naturaleza al corazón del barrio? Fueron algunas de las preguntas a las que tuvieron que responder para ponerse manos a la obra. Y nunca mejor dicho. Porque si algo tenían claro, aseguró Sacristán, es que para el trabajo era necesario contar con los profesionales locales y la tradición y cultura de Xi’an.

Se recorrieron ciudades, pueblos y montañas. Visitaron templos, edificios y hasta ocho ecosistemas diferentes. Y es que si los dos hitos que conformaron el eje del proyecto fueron el Templo del Cielo y la Torre de Televisión, las cuatro torres, los módulos del centro y las calles conforman una pequeña ciudad dentro de Xi’an.

En esa búsqueda constante, descubrieron su afán por los templos chinos y sus tejados flotantes y curvos. Y en el estudio de ver cómo se podía crear un sistema adaptable y flexible, encontraron una mesa nido china que encajaba entre sí. “Nos preguntamos si podíamos llevar la escala de este objeto a nivel conceptual, utilizarlo como una metáfora para hacer un edificio”. Y dieron con la respuesta. “Definimos pabellones, los solapamientos, las alturas mínimas y todos los elementos para que fuera una experiencia en sí mismo”, relata.

Pero a los dos hitos de la ciudad sumaron un tercer y único elemento, la pieza central del distrito. El que reina el proyecto y por el que ninguno de los demás módulos tiene una altura superior. En una de las visitas y estudios de la zona, dieron con el árbol más antiguo del mundo, una historia que les cautivó. El árbol Ginkgo Biloba, de unos 1400 años, conocido por sus hojas doradas en otoño y que se encuentra en el patio del templo budista Gu Guanyin. Una historia que les cautivó y que decidieron extrapolarlo para el proyecto.

Crearon con ello un nuevo hito urbano, moderno pero basado en la historia. Porque no es simplemente la representación de un árbol, sino que la pieza se convierte en un viaje entre ocho ecosistemas, un jardín botánico que recorre los entornos de la ruta de la Seda y se convierte en el centro del proyecto, un punto de intersección con los otros dos ejes. Crearon así un oasis de naturaleza dentro del distrito, para lo que fue necesario que expertos recorrieran los ocho ecosistemas y llevaran muestras de cada uno de ellos. Tras lograrlo, lo configuraron como una circulación en espiral que se convierte en un recorrido a través de la naturaleza desde la raíz del árbol hasta la copa.

 “Es un proyecto en armonía entre edificios, paisajes y espacio público”, contó durante su exposición, donde reconoció que el gran reto fue integrar todos los elementos y dimensiones para que tuvieran unidad. “Para que cada uno tuviera algo especial pero que contara con armonía y coherencia”. Un reto “fascinante”, donde nada se dejó a la improvisación. Porque incluso las fachadas en color rojo de los módulos tienen un significado: están inspiradas en las cortinas de un teatro chino. Por lo que hicieron de una pared plana, y donde se esconden los respiraderos y máquinas, un elemento que transmite una experiencia.

Este proyecto no solo se quedó en lo grande, sino que bajó al mínimo detalle, hasta llegar a los botones de los ascensores en cada una de las plantas. Así lograron que haya 56 botones de ascensor diferente. Porque también son con cerámica y por colores, dependiendo de la planta en la que se esté. De esta forma, no hay un botón igual en todo el edificio, pero es un elemento que, de nuevo, vuelve a ayudar al visitante y lo orienta. Porque viendo el botón puede saber en qué planta se está.