Este artículo ha sido publicado previamente por Escudo Digital
Todo está casi a punto, pero será dentro de cuatro meses, en la primera de 2026, a partir del 8 de abril. En esa fecha, salvo imprevistos, se va a abrir la ventana de lanzamiento para que un cohete italiano Vega-C despegue desde la Guayana francesa y coloque en el espacio a la primera misión espacial conjunta que China y Europa afrontan a partes iguales.
La sonda espacial SMILE es una iniciativa pionera, al tratarse de la primera astronave que ha sido concebida, desarrollada y construida de común acuerdo entre la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Academia de Ciencia de China (CAS). Por supuesto, con el visto bueno de los gobiernos de todas las naciones cuyas industrias y científicos están implicados en el proyecto.
El marco legal entre la ESA y la CAS contempla que ambas instituciones asumen cargas de trabajo semejantes, que sus equipos industriales trabajan en estrecha cooperación y que científicos chinos y europeos compartirán los resultados de la misión, que se prolongará durante tres años, al menos.
Ambas organizaciones se han distribuido las responsabilidades, de tal modo que la agencia europea es responsable de hacer realidad las estructuras y equipamientos a bordo del módulo donde van alojados los cuatro instrumentos científicos que embarca la sonda. Y tal función le ha sido adjudicada en competencia con otras dos industrias europeas a Airbus Space Systems España, en calidad de contratista principal.

La aportación de la industria española
La presencia española y su contribución tecnológica a SMILE es más que relevante. En primer lugar, porque el contratista principal del componente europeo es Airbus Space Systems España, que ganó el contrato en dura competencia con otras empresas importantes industrias europeas.
El equipo industrial de Airbus Space Systems España bajo la dirección de Javier Sánchez Palma como jefe de proyecto ha coordinado y liderado un equipo multinacional en el que han aportado su saber hacer empresas españolas como Airbus Crisa, Arquimea, HV sistemas y Sener, además de compañías de más de 20 países.

De los cuatro sofisticados instrumentos que embarca SMILE, al que está bajo responsabilidad británica ha contribuido el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, INTA. Su personal científico y técnico ha desarrollado el DPA, que el Instituto considera “el corazón” del generador de imágenes de rayos X “suaves” o SXI, acrónimo de Soft X-ray Imager.
DPA significa Conjunto del Plano Detector y garantiza el entorno térmico “estable” y el alineamiento “extremadamente preciso” de los dos detectores CCD, que son los sensores que convierten las señales ópticas en eléctricas, que luego procesan para formar las imágenes científicas que va proporcionar el SXI, cuya función es obtener mediciones de las regiones donde el viento solar impacta con la magnetosfera.

¿Cuál es la razón de ser de SMILE?
Pero ¿Qué es en realidad el viento solar? ¿Sabemos en qué consiste? En esencia, es el fruto de los enormes procesos energéticos que se producen en las entrañas del Sol. Se manifiesta por medio de un inmenso volumen de partículas de alta energía con carga eléctrica que el Astro Rey expulsa de forma violenta desde la corona solar hacia el espacio interplanetario y que barre todos los astros que encuentra a su paso, entre ellos la Tierra.
Y ¿qué es la magnetosfera? Es una región invisible con una extensión de miles de kilómetros, que se encuentra alrededor de nuestro Planeta Azul y que se contrae o expande en función de la intensidad del viento solar que choca contra ella. Es una especie de burbuja magnética en la que está encerrada la Tierra, un gigantesco escudo protector en los 360º que defiende a la Tierra de la dañina radiación cósmica y de las partículas solares de alta energía.

Al impedir que las partículas nocivas rebasen las capas altas de la atmósfera y afecten de manera negativa a la supervivencia de la vida en la Tierra, la invisible magnetosfera ha permitido que nuestro Planeta Azul sea un astro habitable.
De los cuatro instrumentos a bordo de SMILE, tres instrumentos quedan bajo control de la Academia de Ciencia de China: la cámara UVI, que funciona en el espectro ultravioleta y cuya labor es estudiar la distribución global de las auroras boreales y australes; el magnetómetro MAG, que debe profundizar y desentrañar los cambios que se producen en el campo magnético; el cuarto es llamado analizador de iones de luz o LIA, que debe medir con alta precisión las partículas energéticas que acompañan al viento solar.


