China prohibe la compra de chips de Nvidia, pero ¿de quién es la culpa?

Aquí es donde deberíamos preguntarnos: ¿por qué cuando Estados Unidos impone restricciones a China, se considera una medida de seguridad nacional razonable, pero cuando China responde con soberanía tecnológica, se interpreta como un acto agresivo?

El regulador de internet de China, la Administración del Ciberespacio de China (CAC), ha ordenado a las grandes empresas tecnológicas del país (como ByteDance y Alibaba) que no compren, y además cancelen los pedidos existentes, de chips de IA de Nvidia, incluidos el nuevo RTX Pro 6000D y el H20. 

Esta medida ha provocado reacciones inmediatas en el mercado: las acciones de Nvidia cayeron un 1,8% y el CEO de Nvidia, Jensen Huang, ya ha manifestado su sudecepción, señalando a las agendas geopolíticas como culpables de la caída.

Hasta aquí, nada nuevo. Lo asombroso es el despliegue de titulares que acusan a China de intensificar con esta medida la batalla tecnológica.

Y aquí es donde deberíamos preguntarnos: ¿por qué cuando Estados Unidos impone restricciones a China, se considera una medida de seguridad nacional razonable, pero cuando China responde con soberanía tecnológica, se interpreta como un acto agresivo?

¿De qué está decepcionado Jensen Huang o Nvidia? ¿De que China no quiera seguir comprando productos deliberadamente empeorados para cumplir con sanciones estadounidenses? ¿De que prefiere invertir en su propia tecnología en lugar de mantener a Nvidia a flote en un mercado que ya no le da lo que necesita?

Este artículo no busca justificar ni condenar unilateralmente sino contextualizar, con datos y cronología, por qué la reacción de China no solo es lógica, sino predecible, y por qué los medios y las empresas implicadas parecen aplicar dos varas de medir radicalmente distintas, según de qué país se trate.

Para entender bien el contexto, empezaremos por el principio: un chip es un circuito integrado (un componente electrónico que contiene millones o miles de millones de transistores en una pequeña placa de silicio) que actúa como el «cerebro» de dispositivos electrónicos, procesando datos y ejecutando instrucciones para hacer tareas, ya sean cálculos, almacenamiento o comunicación. 

Cuando hablamos de CPU (Unidad Central de Procesamiento) nos referimos al “cerebro” del ordenador que todos conocemos que, resumiendo mucho, ejecuta tareas de forma secuencial, es decir, una detrás de otra.

Cuando hablamos de IA, necesitamos más potencia y, sobre todo, realizar muchas tareas en paralelo, es decir, a la vez. Y aquí entran en juego las GPUs (unidades de procesamiento gráfico que aparecieron con los videojuegos) y que son imprescindibles para poder procesar grandes volúmenes de datos a la vez, como los necesarios para entrenar modelos IA.

Nvidia es el mayor diseñador de GPUs del mundo.

Si con la fiebre del oro los que realmente hicieron dinero fueron los vendedores de palas, con la inteligencia artificial, Nvidia era una de las empresas más imprescindibles y por ello, mejor valoradas.

El bloqueo inicial

Todo comenzó mucho antes de 2025.

En octubre de 2022, la administración Biden impuso restricciones sin precedentes a las exportaciones de tecnologías de computación avanzada y semiconductores a China.

El objetivo estaba claro y además nunca se ocultó: evitar que China desarrolle capacidades militares o de vigilancia masiva con tecnología estadounidense y por supuesto que no les adelantara en la carrera de la IA. 

Los chips afectados incluían los A100 y H100 de Nvidia, los más potentes del mundo en su momento para entrenar modelos de IA.

La adaptación de Nvidia: Vender chips «conformes a China» para mantener las ventas.

Nvidia, lejos de perder el mercado chino (que representaba entonces cerca del 25% de sus ingresos en data centers), respondió con ingenio comercial: diseñó chips “castrados” específicamente para cumplir con las restricciones de EE.UU., pero seguir vendiendo en China, un país al que nadie quería renunciar.

Así nacieron el A800 (versión limitada del A100) y luego el H800 (versión del H100). Y cuando también fueron bloqueados, llegó el H20, un chip aún más limitado, con un ancho de banda de memoria reducido a la mitad y rendimiento de cómputo de IA intencionalmente degradado. Y así transcurre la historia, cada vez más bloqueos a China y cada vez chips más modestos para este país. En julio de 2025, Nvidia lanzó el RTX Pro 6000D, un chip aún más modesto, presentado como “solución para el mercado chino”.

Nadie vio en esto un acto de cooperación, sino un acto de supervivencia empresarial. Nvidia no estaba ayudando a China, en realidad, estaba intentando mantener sus ingresos en un mercado clave, mientras obedecía las órdenes de Washington, algo totalmente lícito.

La respuesta de China: modelos eficientes y desarrollo de chips propios

Consciente de las limitaciones impuestas por los controles de EE. UU., China adoptó un doble enfoque para contrarrestar su dependencia de chips de otros países. 

Por un lado, invirtió en el desarrollo de modelos de IA más eficientes que requerían menos potencia computacional (es decir, menos o peores chips), permitiendo a sus empresas avanzar en la carrera de la IA incluso “jugando con peores cartas”. Y todos conocemosla historia: la llegada de DeepSeek, Qwen, Kimi y el resto de modelos que China va lanzando y además poniendo gratuitamente en manos de todo el planeta.

Pero supongo que a nadie se le escapaba que, si seguía sometida a restricciones cada vez más duras, China comenzara a fabricar sus propios chips. Lo raro hubiera sido que no lo hiciera.

“Hecho en China 2025”

Pero adaptarse a las restricciones no es válido como estrategia en ningún campo y menos para un país como China con tanto talento tecnológico, así que se comenzaron a destinar recursos para lograr la autosuficiencia, algo que lleva años en marcha pero que se aceleró con las prohibiciones. Desde 2014, la iniciativa «Hecho en China 2025» de Pekín ha canalizado más de $150 mil millones a los semiconductores, con el objetivo de reducir la dependencia extranjera del 80% a menos del 20% para 2030. 

Tras 2022, esto se intensificó y China planea triplicar su capacidad de producción de chips de IA el próximo año.

La reciente orden de la CAC encaja en esta trayectoria. Al suspender las pruebas y pedidos del RTX Pro 6000D y el H20, China está priorizando alternativas locales de Huawei, Cambricon, T-Head de Alibaba y los chips Kunlun de Baidu. No es una represalia per se, sino un cambio pragmático: ¿por qué comprar tecnología extranjera limitada cuando las opciones nacionales son suficientes? Es lógico que quiera crear un sistema doméstico, pero no olvidemos que esto es una necesidad provocada por bloqueos impuestos desde hace mucho tiempo e intensificados año tras año, no una ofensiva.

Es llamativo, una vez más, el doble rasero mediático.

Las restricciones de EE. UU. a menudo se justifican como defensivas, ya que tratan de frenar el ascenso militar de China, y pasan casi desapercibidas sin apenas reacción internacional. 

La venta de productos “empeorados” y limitados deliberadamente para permitir que Nvidia no deje de vender en China se ven como una concesión.

Pero si China decide, no seguir dependiendo de ellos y crear sus propios productos ¿está creando tensiones?

Si EE.UU. puede bloquear la venta de sus chips más avanzados por “seguridad nacional”, entonces China puede decidir no comprar los chips limitados que le ofrecen, y apostar por su propia industria. 

Ambas decisiones son legítimas.

Lo que no es legítimo es pretender que solo una de ellas es “razonable”, mientras la otra se presenta como una provocación.

La verdadera guerra no es tecnológica. Es narrativa. Y en esa guerra, los medios occidentales siguen utilizando distintas varas de medir.