Hace ya un año desde que Lai Ching-te tomó posesión del cargo como “líder” de las autoridades de la región china de Taiwan. Ha sido un año en el que el Partido Progresista Democrático (PPD) de la región china de Taiwan ha insistido en continuar por un camino que no llevará a ninguna parte, ni a su propia administración, ni tampoco al pueblo de la región de Taiwan. Un año en el que su administración se ha parapetado en su obtuso concepto de lo que es la democracia para atacar a la parte continental de China y realizar una serie de acciones abiertamente hostiles contra sus ciudadanos residentes en Taiwan.
El primer año de Lai en el cargo ha estado especialmente marcado por aquello que el escritor George Orwell describía como doblepensar, es decir, promulgar una cosa y hacer la contraria intentando que los demás te lo compren: Después de decir reiteradamente que su administración está dispuesta a dialogar con la parte continental de China, a renglón seguido, Lai la ataca con insultos llamándola “fuerza hostil” o “agresora”; después de decir que su supuesta defensa de Taiwan es una defensa de la llamada democracia, sin apenas despeinarse ni dejar que las palabras caigan en el relativo olvido del tiempo, Lai ha puesto en la diana a los ciudadanos de la parte continental de China residentes en Taiwan, expulsándolos de la isla y persiguiéndoles a menudo por mostrar sus opiniones en redes sociales, defendiendo la inevitable reunificación nacional; en otros casos, simplemente por su lugar de procedencia. Otro ejercicio de doblepensar especialmente orwelliano, y que valga la redundancia: decir que el PPD está a favor de la paz y la estabilidad y, al mismo tiempo, aumentar el gasto militar a nada menos que un 2,6 % del PIB de la isla, un índice que no se había visto nunca.
El creciente belicismo de las autoridades de Taiwan es algo que podríamos calificar como un mayor preocupante, principalmente, porque viene dictado por la principal mano que mece su cuna, que es Estados Unidos. No es casualidad que, además de la compra de armas estadounidenses, el PPD también acordara la producción de armamento de manera conjunta con EE.UU. en su propia isla. Esto viene siempre acompañado de lo de siempre: las maniobras militares y las acciones de amedrentamiento que no tendrán ningún resultado.
Pero los intentos de Lai Ching-te por intentar entorpecer el camino a la unidad de la nación china no acaban aquí, pues durante el último año, el “líder” de las autoridades de Taiwan ha seguido una política de intentos de injerencia en organismos internacionales que ya empezara su antecesora en el cargo, Tsai Ing-wen. Destaca, por ejemplo, su obstinación por su pretendida participación en la Organización Mundial de la Salud (OMS), algo que la propia organización se ha encargado de recordar que va en contra de la ley internacional que reconoce que existe una sola China y que Taiwan es parte inalienable de China.
Mientras la parte continental de China sigue construyendo puentes entre diversas naciones y regiones a través del mundo para construir una comunidad de futuro compartido para la humanidad, y muestra de ello son acontecimientos como el Foro China-CELAC, con naciones de América Latina y el Caribe, o el Foro de Cooperación China-África (FOCAC, por sus siglas en inglés), las autoridades de la región china de Taiwan tienen encima de la mesa una dicotomía muy clara: o escoger el camino de la paz y la cooperación para ser parte de ese futuro, o seguir como hasta ahora, arrastrando a los taiwaneses a un callejón sin salida y un futuro incierto oscurecido por la falsa ilusión que promete el llamado “secesionismo de Taiwan”.